Al igual que los efectos que puede provocar el veneno en el cuerpo y al mismo tiempo su propio antídoto, así es el lenguaje de La Phármaco, una compañía que podríamos asociar a un remedio infalible a través del cual liberar tensiones, una droga que cada vez se hace más necesaria en una sociedad que no cesa en la búsqueda de chivos expiatorios.
Dejando a un lado “la práctica de caligrafía y el entrenamiento de repetir pasos que supone la danza académica”, La Phármaco centra su trabajo artístico en «la representación de los estados físicos mediante el dominio de cuerpos libres, creando a través lo aprendido». La Phármaco cree necesario revisar en sus creaciones clásicos contemporáneos como por ejemplo “Esperando a Godot”, pues según explica Luz Arcas (fundadora de la compañía) son “espejos nítidos donde reflejarnos”. “Los clásicos son más objetivos que la propia experiencia del artista, que tampoco tiene mucho que decirle al mundo”. Para ella, parte del hermetismo de la danza contemporánea se debe a “los propios creadores, que casi siempre se utilizan a sí mismos como tema de arte». «Ya es suficiente ser transmisor, como para que el artista, además, se sienta tema artístico», explica.
Movimientos honestos del cuerpo al servicio de algo que va más allá de la propia experiencia, eso es lo que hace La Phármaco. Siendo conscientes de los prejuicios y la desconfianza que genera la danza contemporánea en el público y de lo poético e impreciso que tiene su lenguaje, saben que a través de ella tienen la oportunidad de mostrar un discurso “muy directo y claro” que utilizan con el deseo de comunicar a la mayoría, apartando la danza de ese arte endogámico y exclusivo “solo para unos pocos”.
Luz Arcas ha estudiado Coreografía e Interpretación en el Conservatorio Superior María de Ávila y Dirección Escénica en la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid. En 2009 fundó La Phármaco, compañía que pretende hacer visible «lo oscuro» con creaciones donde “el alma pueda manifestarse y reconocerse”. En su obra destacan títulos como “El monstruo de las dos espaldas”, “Antes fue siempre fuego”, “Sed erosiona”, “Éxodo: primer día” o “La voz de nunca”, que han recorrido exóticos lugares como Letonia, Estonia o Guinea. Hace unas semanas Luz Arcas ha recibido el Premio Intérprete Femenina de Danza de los Premios de Teatro Andaluz por “La voz de nunca”. Aunque está contenta y reconoce que es un aliento muy importante que ayuda a la difusión, confiesa que “un premio no te hace ni mejor ni peor artista”.
Con ella hemos hablado sobre la posmodernidad, la libertad y apertura de fronteras que ha generado, la falta de horizontes y el desarraigo que ha traído consigo así como sobre la necesidad de ser más exigentes y críticos con lo que se muestra. También nos ha confesado el aburrimiento que le provoca el arte confesional y el cansancio que le suponen los actos de “arte terapia”, en los que “el actor se considera a sí mismo tema artístico y su intimidad como material”. Para ver la entrevista completa, pincha en este enlace.
Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies
ACEPTAR