La sofisticación de M83 (en la imagen superior), el house desinhibido de Underworld y el arabesco ecléctico de Acid Arab convirtieron por momentos la segunda jornada del Festival Cala de Mijas en una rave con la que se puso colofón a un día en el que reinó el clasicismo rockista de The Strokes. Si los tres primero demostraron la variedad que ha alcanzado la electrónica desde que en los 90 se impusiera a golpe de letanía rítmica, The Strokes se afanó en demostrar que el rock puro y duro, en su vertiente más guitarrera, reaccionó en la misma década para quedarse a menos hasta estos años 20, menos locos que los del siglo pasado.
Escuchar en un festival himnos como Midnight City, de los franceses M83, y, sobre todo, Born Slippy, de Underworld, sigue siendo una especie de comunión entre los miembros de la tribu del baile y las gafas de sol en plena noche. The Strokes no les fue a la zaga. Last Nite o Reptilia, entre otros muchos hits, marcaron, y de qué forma, los ritmos de la segunda jornada. Si bien hubo alguna queja por el sonido, lo cierto es que la banda neoyorquina dio el concierto esperado, quizá algo monocorde para los que no son fans del grupo.
Julian Casablancas, líder de The Strokes, sobre el escenario de Cala de Mijas, FOTO: @sharonnlopez
El rock garajero que trajeron hace algo más de dos décadas era la continuación de la tradición de las guitarras afiladas que tanto rédito sacaron las bandas neoyorquinas de los setenta. Hubo entonces dudas sobre si se trataba de unos sonidos del pasado o no. Por lo visto en el Cala de Mijas Fest parece que no, que el futuro —o sea, hoy— se aprestaba a recibirlos como niños malos del rock, principales resistentes de una camada que no se sometió a los nuevos sonidos
El líder de la banda, Julian Casablancas, se mostró algo displicente, marca de la casa, pero eficaz. No escatimó esfuerzos, eso no se puede negar. Tras una imagen de los ochenta con cinta en el pelo de las que no se han visto en décadas, gafas de sol, corte de pelo vintage y algunos kilos de más como un Russell Crowe en momentos bajos o un chaval malote de instituto de película americana teen, encandiló a las miles de personas concentradas en el recinto desde que entonó What Ever Happened? hasta un bis con Hard to Explain y Is this it?
Vista general del Cala de Mijas Fest en la noche del viernes. FOTO: Öscar L. Tejeda
Justo después de ellos, en otro escenario, aparecieron M83 y ahí comenzó otra historia en el segundo día de Festival. La banda originaria de la Costa Azul ha dado a su pop electrónico un grado de refinamiento que quedó reflejado en el escenario, aunque no ocultan su lado más duro, que en momentos actitudes y tensión semejaban casi una banda cercana al hardcore. Parece imposible desde sus grabaciones, pero esa sensación dan. M83 saca para ello instrumentos de viento y cuerda, que envuelven en sintonías cercanas al ambient y hace que le concierto gire entre la tormenta y la calma y vuelta a empezar.
Envueltos al inicio en un sonido demasiado apelmazado, la banda se entonó en seguida con unas interpretaciones endiabladas de temas como Oceans Niagara o Teen Angst, hasta bien entrado el concierto, para sacar entonces su lado más tranquilo y envovente con temas como Wait o Solitude y poner al público a bailar con Midnight City y, en pleno bullicio, con una potente y divertida Mirror.
Tras esta descarga, llegó otra. Underworld, el dúo incombustible formado por Karl Hyde y Rick Smith, dos sesentones que en su día formaron, junto con otros compañeros, unos de los grupos que sentaron las bases de la electrónica actual en su versión más house y techno, no dió tregua desde el escenario principal. El público tampoco la pidió; todo lo contrario. La sucesión de hits con nuevas mezclas llegó con momentos memorables como el de Cowgirl, el éxito de su disco Dubnobasswithmyheadman —apetecía escribirlo— y, por encima de todo, Born Slippy, que con su percusión salvaje de tintes mesiánicos ya es uno de los grandes momentos del Cala de Mijas Fest.
Y para terminar en los escenarios Acid Arab se apuntó un buen tanto. Su electrónica con tonos de música árabe les convierte en una especie de paladines de la mezcla cultural, un saludable revulsivo ante las tendencias a levantar aún más fronteras, una invitación al baile y al hedonismo perfecta para cerrar la jornada en la que también brillaron bandas españolas como Lori Meyers o Delaporte.
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