Con The Chemical Brothers me pasan dos cosas últimamente. Resulta que un buen día decidieron que el reciclaje más elegante era abandonar el estilo gamberro high tech que tantas alegrías nos ha dado porque entendieron que la capacidad de sorprender a sus seguidores empezaba a ser limitada. Y ese buen día llegó en 2002, año de publicación de «Come with us» y momento crítico para muchas bandas de música electrónica ya veteranas (los susodichos, The Prodigy, Underworld), que sabían que no podían seguir viviendo de sus réditos pasados y que reorientaron su estilo en su afán de no perder la ansiada hegemonía. A partir de este punto de inflexión, The Chemical Brothers coquetearon o se instalaron en propuestas de aspiración total y cierta morosidad con el beneplácito unánime, en un medio camino bipolar entre la chulería y el buen rollo de tintes dreampoperos que se destila en sus últimos álbumes.
En «Born in the Echoes», aunque les agradezco que sigan por la senda de buenas intenciones que abrieron en su anterior álbum, el brillante «Futher», ya me cansa el postureíllo que atufan «Sometimes I feel so deserted» o, sobre todo, «Go» los dos temas que abren el disco. No han sido pocas las salidas de pista de los hermanos químicos hasta estos días, con la única excepción del mencionado «Further», álbum que no dejaba de acusar cierto cansancio pero que luchaba por encontrar su puesto de referencia en el imaginario chemicalero, que no es poco. Sospecho, sin embargo, que esta indeterminación en su discurso puede estar detrás del abandono del proyecto (sólo en directo, por ahora) por parte de Ed Simons. Y es que esa es la otra cosa que me pasa con estos dos.
Desde «Come with us» muchos, demasiados temas, se empeñan en la repetición de bloques para reafirmar algo que se me escapa. Pretenden desde hace muchos años que su música funcione por acumulación en lugar de la narración ordenada con giros de guión y texturas de psicodélica elasticidad, sus grandes sellos de calidad de antaño. Lo cual, claro, no tiene por qué estar mal, pero enseña las costuras casi siempre en los momentos más inoportunos, metiéndose en unos jardines de los que les cuesta demasiado salir. Ya no estamos en 1995.
Pero no nos equivoquemos, «Born in the Echoes» es un álbum logrado, que camina con la cabeza alta convencido de que sus iteraciones serán efectivas sin salirse de su lógica. Se siguen dando cita los centelleos ácidos con los ritmos que buscan el descoloque y la empatía en el oyente, pero dejándome la sensación de que la huella de este álbum no perdurará en el tiempo como el de sus trabajos míticos.
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