Explicar la crisis actual requiere un libro de autoayuda. Cómo sobrevivir cuesta abajo. Cómo vivir por encima de tus posibilidades y seguir haciéndolo. Pero para salvarse hay que saber qué ha pasado y hacer un balance de daños. Y hay un puñado de películas que lo intentan. The big short es una de ellas.
Lejos del tono lastimero que la crisis económica ha dejado en el cine español y europeo, con distinta fortuna, el cine americano ha tratado de ir al centro de la cuestión. Wall Street y su desprecio por la economía productiva, la creación de instrumentos financieros de difícil comprensión hasta por los que los crean protagonizan un puñado de documentales y películas de insual tono didáctico.
Vaya por delante que la mejor explicación de cómo nació la actual crisis financiera y, por tanto, económica sigue siendo el documental Inside Jobs (2010), de Charles Ferguson. En el terreno de la ficción también de forma temprana apareció Margin Call (2011) de J.C. Chandor, donde una sociedad de Wall Street descubre su ruina de la noche a la mañana y estudia cómo endosar sus activos tóxicos al que quiera comprarlo, algo así como una gran estafa a otros estafadores.
La fecha «oficial» del estallido de la crisis es la caída de Lehman Brothers en septiembre de 2008. The big short, traducida como La gran apuesta, dirigida por Adam Mckey y basada en un libro del periodista Michael Lewis, bucea en los tiempos anteriores a la caída del gigante bancario. Recorre los despachos de aquellos que descubrieron que el sistema se iba a pique y aprovecharon la oportunidad para apostar a la baja, una de las aparentes incoherencias más lucrativas del negocio financiero.
La enorme burbuja financiera se basaba en la no menos colosal burbuja inmobiliaria. Así que una serie de genios, algunos de ellos seres casi marginales del gran negocio o socialmente inadaptados, descubren que el mercado inmobiliario es un bluf y deciden apostar a que se hundirá. Aciertan y se forran.
Los personajes son reales o con nombre ficticio pero reconocibles con los que hicieron sus propias grandes apuestas. La película sigue su peculiar investigación alternando con un montaje endiablado y una estruendosa banda sonora, con números como el del coro The Polyphonic Spree interpretando Lithium de Nirvana o hits metal de Mastodon o Metallica. El director trata así de acelerar el ritmo mezclando la adrenalina que genera el dinero con las pausas en las que aprovecha para dar una pincelada ética a su fábula. Apostaban, recuerda constantemente, contra la economía americana. Incluso el personaje que interpreta Brad Pitt (también productor de la cinta) reprocha a sus jóvenes socios que se alegren de su triunfo cuando tanta gente va a perder su hogar y su empleo.
La película tiene momentos impagables. Uno de ellos es la visita a Florida de los miembros de una sociedad para comprobar si realmente había una burbuja financiera y encuentran la clave en las urbanizaciones vacías y en las explicaciones que reciben de una bailarina de streptease experta en endeudamiento hipotecario. Y es que Florida ha sido quizá el lugar donde en mayor media se ha visto el fenómeno de la orgía hipotecaria que con tanta saña ha terminado por machacar la economía, como explicó George Packer en uno de los capítulos de su imprescindible libro El desmoronamiento, un gran reportaje sobre la caída de los valores sobre los que se fundó la América post Gran Depresión.
Actores como Christian Bale, Steve Carrel, Ryan Gosling o Marisa Tomei se encargan de interpretar unos diálogos que tratan de combinar carga dramática y claridad expositiva. No siempre lo consiguen. La deriva de Wall Street con la creación de nuevos productos financieros hace difícil seguir la película. El director echa mano de cameos de expertos y personas populares, entre ellos la mismísima Selena Gómez junto al economista Richard Thaler, que mirando a cámara tratan de explicarlo. El diario Expansión incluso publicó un breve diccionario para explicar los términos que por la película aparecen.
No es la primera obra de ficción que intenta hacer un recorrido por la creación de instrumentos financieros complejos acompañados de un engorroso lenguaje que dificulte su entendimiento más allá de la secta. Ejemplar es en este caso la novela Memorial del engaño, de Jorge Volpi.
El final de The big short no supone ningún spoiler. Lehmnan Brothers se fue al carajo, igual que empresas inmobiliarias, otros bancos e incluso, lo que era peor, aseguradoras. Un relato certero de los días en los que se coció la caída del gigante bancario está en Too big to fail, una cinta de HBO dirigida por Curtis Hanson que narra con gran fidelidad los días en los que el secretario del Tesoro de EE UU, Henry Paulson (interpretado por William Hurt) tuvo que lidiar con la enorme crisis que él mismo había contribuido a crear años antes cuando trabajaba en el corazón de Wall Street.
Estados Unidos está dispuesto a crear un género cinematográfico de la borrachera financiera y su posterior resaca. Y si no que se lo pregunten a Jordan Belfort, el hombre que escribió sus memorias y que Martin Scorsese llevo a la pantalla con el título de El lobo de Wall Street (2013), una orgía de cocaína, dow jones, sexo y, como no, dinero, mucho dinero. La cosa viene de mas lejos, con Oliver Stone retratando al tiburón Gordon Gecko en Wall Street (1987), que tuvo su continuidad con una segunda parte. En unas ocasiones la realidad es la que pone a cada uno en su sitio y en otras es el FBI. Pero la rueda sigue girando.
Quizá el cambio que se este dando ahora en el cine respecto a otras películas es el citado tono didáctico para explicar al público en general qué pasó en los años de la crisis o, lo que es peor, qué sigue pasando. Lo próximo que hará falta es un manual de autoayuda. Si se busca uno, se puede ir a la breve y deliciosa novela Cómo hacerse asquerosamente rico en el Asia emergente, del escritor paquistaní, Mohsin Hamid, que se sale de Estados Unidos para demostrar que el virus se ha extendido por todo el mundo parodiando los libros de autoayuda, aunque con un desarrollo distinto al esperado que es mejor no contar. La avaricia como motor del ser humano. Nada nuevo en la vieja historia del mundo, pero sí con nuevas formas de vivirla y también de contarla.
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