Un arquitecto argentino cuya mujer acaba de morir (interpretado por Óscar Martínez) escoltado por dos buscavidas en el universo de Marbella (Ingrid García-Jonsson y Carlos Areces) forman el triángulo sobre el que pivota la película Yo, mi mujer y mi mujer muerta, una coproducción hispano-argentina que el director Santi Amodeo (Sevilla, 1969) ha llevado al Festival de Málaga y que también se ha presentado la misma semana en Buenos Aires. El director explica las claves de la película, los personajes, el mágico engranaje del trío de actores y su visión del cine actual.
¿Por qué empezaste a escribir sobre el duelo?
Pasé por una experiencia personal, no una mía, pero sí de un allegado. Eso me produjo la curiosidad y pensé, como un ejercicio, cómo sería escribir sobre el duelo y a partir de ahí la cosa fue creciendo y convirtiéndose en un guion. Esa fue la mecha.
¿Por qué un drama con tintes de comedia?
Tenía claro que no quería una comedia ni un drama. Mi última película fue una comedia y prefería hacer otras cosas. Y un drama… me gusta mucho pero tampoco me apetecía. Quería jugar entre los géneros porque uno suaviza al otro. El drama le daba peso al mensaje y la comedia lo aligeraba. Cosas que pueden ser muy bestias, vistas de pronto con una forma cómica tienen otra textura.
¿No conocías Marbella y tuviste que empaparte bien de ese mundo?
Yo conocía Marbella por curiosidad, pero no había veraneado ni pasado tiempo allí. Para la película me metí allí, me empapé de la gente porque también el perfil de los personajes había que tratarlo bien. Por ejemplo, el papel de Amalia (Ingrid García-Jonsson), el que no conoce Marbella no entiende que ese tipo de chicas existen, que no se sabe muy a qué se dedican, que son estilosas y guapas, pero lo mismo son de un pueblo de la sierra que están intentando cambiar el acento para parecer sofisticadas y viven rozando cosas más oscuras. En Puerto Banús hay un montón. Intenté traer esta atmósfera a la película.
¿Pensaste en actores en concreto para perfilar el guion?
Yo normalmente los escribo en abstracto, pero cuando entró Óscar toqué muy poco y argentinicé algunas cosas. La idea original era un inglés en Marbella, que es algo que se da mucho, pero cuando la pasé a Argentina, porque la quería rodar en español, tuve que cambiar un poco la historia.
¿Cómo es el proceso de trabajo para que esos matices traspasen a la pantalla?
En este caso, dado que son actores con mucho bagaje y saben muy bien lo que hacen, era más bien elegir el tono, que estuvieran en la misma página. No ha sido un proceso que haya requerido mucho ensayo. Ellos mismo consiguieron una química personal.
¿Cómo ha sido la recepción en Argentina de la película?
Se estrenó esta semana y el feedback que hemos tenido va bastante bien. Fue muy bien recibida.
¿Tu cine, y el cine en general, como ha cambiado desde El Factor Pilgrim (2000, película dirigida por Santi Amodeo con Alberto Rodríguez), que fue tan sorprendente?
Yo doy clases en la universidad y cuento una cosa que la gente joven no lo cree y es que El factor Pilgrim ni siquiera salió en DVD, sino que lo hizo en VHS. Solo las películas potentes lo hacían en DVD. Después ya salieron muchas cosas hasta llegar a las plataformas de internet. El cambio ha sido vertiginoso. En lo esencial no ha cambiado tanto e intuyo que lo más gordo viene ahora, pero solo lo intuyo y no soy capaz de aventurar qué va a pasar. Ahora hay una demanda de contenidos y producción muy altas. Esa forma de producir va a tener algo que puede ser positiva y es que se trabaje por nichos. Ahora las películas tienen que llegar a una gran cantidad de gente porque, de lo contrario, eres muy minoritario al trabajar solo para tu país. Pero si tú trabajas a nivel mundial puedes hacer una película muy segmentada.
¿Las plataformas traerán entonces algo bueno?
Sí, porque puede haber, por ejemplo, más cine de autor, que estaba un poco en peligro de extinción, al menos en España. Si es a nivel mundial, el cine de autor puede tener mucho público.
Y como director, ¿qué te parece?
Yo todavía no he entrado. Soy un poco reacio, no prejuicioso, pero no tiendo a usarlo demasiado. Sigo yendo al cine, soy un poco antigüillo.
Fotograma de «Yo, mi mujer y mi mujer muerta»
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