En la semana en la que se celebró de manera atípica el pospuesto
Festival de Cine de Málaga 2020, pusimos el ojo en la sección de ficción,
Zonazine, con la sólida historia de la película
La Boterade una
adolescente que encara la madurez con criterio propio, logrando llevarse el premio a la mejor película iberoamericana.
Bajo el nuevo formato de entrevista online, en estos, ya asimilados, tiempos de Covid, la joven directora Sabrina Blanco (Buenos Aires, 1986), comparte con nosotros el proceso de su ópera prima.
La marginal Isla de Maciel y el Riachuelo, cauce contaminado que la separa del turístico barrio de La Boca, en Buenos Aires, es el escenario documental de esta delicada visión de una marginalidad real. La ficción recoge con profunda investigación documental, la suerte de Tati, una joven de 14 años que vive junto a su padre en una humilde casa junto al río, transitando una adolescencia complicada por la soledad y el desafío de crecer y descubrir nuevos retos en la vida. Una propuesta de género, que no necesita grandes justificaciones. Los boteros, los taxistas, los autobuseros y tantos otros conductores de trayectos, han sido puestos ocupados mayoritariamente por hombres. Pero la necesidad de ganarse la vida no tiene sexo. Tati está obsesionada con el bote de su padre que lo vende a un peón de 17 años para que lo trabaje. Ella se revuelve ante esa decisión y no desiste en el empeño de aprender a manejar el bote.
¿Cómo abordar los temas humanos más sensibles en el mundo del cine?
Para mi es muy delicado trabajar sobre ciertos entornos, partiendo de la base de que el cine es de las clases medias, y medias altas, blancos… que todavía es propiedad de esas clases sociales, que se habla desde ahí, yo creo que hay que meterse en otros mundos. El mundo es muy rico y no vale la pena contarse a uno mismo. Pero hay que hacerlo con mucho cuidado y con mucho conocimiento y entender que lo que uno muestra inmediatamente transmite ideología. Hay que sacar el prejuicio de que el lugar marginal todo lo expone más y todo lo encrudece más, cuando en verdad en los sectores marginales la vida es tal cual uno la conoce. Lo que no es similar a cómo uno la conoce son las ausencias estatales, la pobreza y todas las cuestiones que no son decisión de la gente. Quería lograr una película donde se entiendan las ausencias estructurales, las faltas y los códigos, pero que también se entienda lo que es común en todos lados.»
«Cuando no hay plata hay tiempo.» Parafraseando a Lucrecia Martel, Sabrina admite que, aunque la película pertenece a esas producciones de bajo presupuesto y difícil producción, el tiempo y la manera de trabajar ese tiempo lo convierten en algo tan poco despreciable como es la libertad de profundizar y llegar al detalle de lo que uno quiere contar sin jugar entre plazos y encargos al nivel de otras producciones. Ella disfruta con deleite del proceso largo de investigación, más próximo al trabajo de campo de un profesional de las Ciencias Sociales. «Una de las claves más importantes es no ser un turista de tu propio proyecto. Hay que meterse.»
En esta distendida conversación con la directora Sabrina Blanco, revisaremos todo el proceso del proyecto desde su primer guion en 2013: