Advertencia: contiene spoilers
Dividida en 6 actos y, a pesar de su clásica puesta en escena, Escenas de la vida conyugal, que se representa en los Teatros del Canal de Madrid, consigue robar bastantes carcajadas al espectador, al que ya le quedan bastante lejos aquellos primeros años de los 70 en los que Ingmar Bergman irrumpió en la sociedad sueca con el moderno modelo de pareja que plantea esta obra.
Aunque la temática de la pieza se presenta en nuestros días bastante obsoleta, siempre es un placer escuchar las palabras del cineasta sueco (que concibió esta obra inicialmente como una miniserie para televisión) y, mucho más, si son en boca del maestro Ricardo Darín. El actor argentino, además de recordar un extensísimo texto, tuvo que lidiar durante la función con el sonido de varios teléfonos móviles que terminaron por agotar su paciencia y se quejó en un momento dado de que “así no se podía seguir”. Llegó a parar la obra para llamar la atención sobre algo más que obvio y de lo que se advierte previamente al inicio de cada una de las funciones, pero que, por desgracia, tan a menudo sigue ocurriendo. Pese al desagradable incidente, cerrado por un caluroso aplauso del público, Darín y su compañera de escena, la también argentina, Andrea Pietra, hicieron uso de su gran profesionalidad para retomar elegantemente la dramática escena que estaba teniendo lugar.
Una hora y cuarenta minutos a lo largo de los cuales es una auténtica gozada ver y escuchar al protagonista de El secreto de sus ojos, Relatos salvajes o Truman. Se agradece también ese rebaje de dramatismo del texto que ha conseguido la directora, Norma Aleandro, gracias al humor descarado del personaje que interpreta Ricardo Darín: Juan, un cincuentón insatisfecho “cansado de ser buena persona”, que decide dar un giro a su vida, aunque finalmente no le salga como prevé. Por su parte, Andrea Pietra interpreta a la esposa de Juan, una mujer aburrida, insegura y conformista a la que empiezan a invadirle dudas sobre su matrimonio.
Una obra que habla del metaamor, del amor después del amor, de la transgresión y degeneración del amor para llegar a él de nuevo, reconstruirlo y volverlo a deshacer después. Un texto que, como expresa uno de los personajes al final de la función, trata sobre el amor humano, el defectuoso, el imperfecto, el real. A pesar de que el texto de Bergman se estrenó en 1973, los temas que trata siguen siendo contemporáneos: la soledad, el amor, el desamor o el aburrimiento, asuntos a los que habría favorecido contar con una música, vestuario y escenografía un poco más actualizadas para llegar más al espectador. La adaptación tampoco le habría venido mal al propio título de la obra, que cuenta con dos momentos estelares: cuando él le confiesa a ella su infidelidad y cuando él habla tan sensatamente del odio que siente hacia sus hijas. Lo son por la precisa elección de las palabras para expresar semejantes sentimientos y por la extraordinaria naturalidad con la que Darín aborda cada escena, cada gesto, cada intención, cada palabra.
Tienes hasta el 20 de octubre para verla en los Teatros del Canal de Madrid. Eso sí, por favor, recuerda apagar tu teléfono móvil antes de que comience la función. 😉
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