«not ideas but in things»
Paterson, William Carlos Williams
Paterson trata sobre un poeta que es una ciudad, y sobre cómo ese poeta y esa ciudad se comunican con su historia, su espacio y su gente a través de las pequeñas cosas que el tiempo va cambiando de estado (un autobús que se estropea, una libreta que se rompe, unas paredes que cambian de color).
Es algo que ya estaba en Dead Man (1995) o Solo los amantes sobreviven (Only Lovers Left Alive, 2013): el mapa y el territorio en comunión con la identidad artística de las personas; la poesía como mirada sobre las cosas y el lugar en el que viven, en tanto que las cosas siempre están vivas. Una idea que encuentra en el imagista William Carlos Williams, heredero de los trascendentalistas para las vanguardias norteamericanas, una perfecta articulación moderna que enlaza con la mirada de Jarmusch. Así, este Paterson, siempre filmado con respeto y rodeado de detalles y personajes que buscan la rima unos con otros, parece brotar tanto de la geografía urbana de su ciudad como del propio poema de Carlos Williams.
El viaje de Paterson (Adam Driver) fluye al ritmo de la ciudad con la que comparte nombre, susceptible a las crisis pero siempre sereno, sujeto a un momento de paz atrapado en ámbar. El Paterson de Jarmusch no tiene móvil, bebe una cerveza cada noche pero sin llegar a excesos, no se entromete en el drama ajeno, puede pensar a veces en otras mujeres pero está enamorado de la suya. No sueña con ir a otra parte, está donde quiere estar. Ama su tierra y es sensible a la belleza. Y lo más importante: no se considera un poeta, sino que lo es. Paterson es una de las películas más vitalistas de su director porque, en su homenaje a la poesía norteamericana, se desprende de cualquier deriva obscena para elogiar específicamente el acto de crear, de dar la vida, del artista. No vemos a Paterson dando entrevistas porque no es famoso ni quiere serlo. Le vemos escuchando conversaciones sobre el amor no correspondido o sobre la historia de su tierra mientras conduce su autobús. Le vemos creando.
Paterson se siente la película más limpia y madura de Jarmusch. Pequeña pero compleja, toca una gran cantidad de temas con tanta sencillez, elegancia, minimalismo y comicidad como en las mejores obras de su autor, pero con el empaque que dan el tiempo y la experiencia.
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