Flam-Fiordo-de-los-sueños
Noruega es ese país en el que puedes contemplar el horror in situ gracias a El grito de Munch, donde hay más niños y embarazadas por metro cuadrado que papeles en el suelo, donde es más fácil ver chicas guapas por la calle, con cabellos rubios y lisos, que un rayo de sol. Un país donde predomina el verde, se puede comer ballena en un puesto en la calle y es mentira que todos sus habitantes lleven jerseys de reno.
Flåm – Fiordo de los sueños
Viaje en barco Bergen – Flåm (Fiordo de los sueños)
Cascada en el Fiordo de los sueños
Ottenes
Myrdal
Flåm, tren Flåmsbana a Myrdal
Más de 300.000 km cuadrados donde es posible contemplar la inmensidad de la naturaleza, la rabia con la que los ríos recorren los cauces de las altas montañas, la tranquilidad y armonía con la que el agua ha tomado los valles y estos la han hospedado. Una vez que contemplas su enormidad y sientes su imponente presencia – no es de extrañar que Munch dotara de animación a los árboles, las montañas, las flores… – entiendes por qué los noruegos, en lugar de ir a la iglesia, escapan a la naturaleza para contemplar la divinidad de Dios. Noruega es un país para adentrarse en el bosque, como reza en el título de la cuidada exposición sobre Munch, comisariada por el afamado Karl Ove Knausgård – Towards the Forest (Hacia el bosque), que se puede ver el Munchmuseet hasta octubre.
Towards the Forest – Munchmuseet (Oslo)
Su capital, Oslo, a pesar de la simplicidad a la que la reducen la mayoría de sus turistas, es una ciudad increíble, con mucha vida nocturna, decadente y con encanto. Naves industriales reconvertidas en bares donde resuena música electrónica (como el conocido Blå Bar), antiguas iglesias en las que se celebran eventos nocturnos (como en la Kulturkirken Jakob), y ningún tipo de problema a la hora de encontrar un lugar para cenar más allá de las 22.00 h. Restaurantes, cafés, bares, repletos de gente bebiendo y comiendo a lo largo de la ajetreada calle Torgatta. Eso sí, las discotecas no duran abiertas más allá de las 02.30 – 03.00 h., y otro dato importante es que tampoco dejan pasar a menores de 23 y se aseguran de ello (aunque tengas 30, lleva tu DNI contigo, siguen pidiéndolo estrictamente para asegurarse).
Barrio de Grønland – Oslo
Chica en el barrio de Grønland – Oslo
Jardín Botánico – Oslo
Mañana de domingo en Oslo
Domingo en Oslo
Centro de Oslo
Al margen del euro, las políticas europeístas, los movimientos en contra de la caza de ballenas, las modas del sur (aquí se pueden llevar calcetines con sandalias por la calle sin problema y quedan bien) y una economía basada en la pesca y el petróleo, parece que los habitantes de Noruega son felices y viven tranquilos. Buenas ayudas por maternidad (guarderías gratuitas y una prestación para aquellos padres que deciden cuidar a sus hijos en casa), preciosos parques enormes en toda la ciudad (no te puedes perder el descomunal parque de Vigeland y sus realistas estatuas), reciclaje remunerado (si llevas tus botellas de plástico al súper te devuelven dinero a cambio) y una de las economías más potentes del continente, no necesitan depender del centro de Europa ni mirar hacia el Sur, excepto cuando buscan destino para disfrutar de sus vacaciones a muy buen precio y viendo por fin el sol.
Parque de Vigeland – Oslo
Con uno de los niveles de educación más altos del mundo, bastante afición por la pintura y el grafiti (algo que se puede ver en los murales que decoran numerosos edificios de la ciudad) y una extensa cultura museística. El Museo Munch, la National Gallery, donde se puede contemplar la obra del famoso artista noruego que puso cara al horror. La arquitectura es otro de los atractivos más llamativos de Oslo, ciudad que se encuentra en plena expansión, minada de grúas y rascacielos, la ciudad no para de crecer, impresionantes edificios están germinando junto a la monumental Casa de la Ópera, zona en la que se ubicará el nuevo museo Munch, previsto para 2020, y la nueva Biblioteca Nacional, también con la misma fecha de finalización. Rascacielos en cuyas fachadas aparecen rótulos de grandes multinacionales se mezclan con grúas gigantes en un skyline lleno de contrastes. El mar, que entra en la ciudad sin permiso, y el sol, que a veces baña los edificios antiguos, dibujan un perfil de una ciudad elegante, en expansión, joven y dinámica.
Casa de la Ópera (Oslo)
Bjørvika – Oslo
Aparte de la crema Neutrogena, Röyksopp y aquel trágico episodio que sonó en todo el mundo debido a un desquiciado que dejó atrás cientos de muertes en un campamento de una isla cercana a Oslo, poco más conocía sobre Noruega, que ha sido un gran descubrimiento. Una gran sorpresa descubrir sus vuelos baratos gracias a las compañías low cost, sus paisajes preciosos, repletos de fiordos y montañas, su avanzada tecnología (gracias a la cual ya existen hoteles en los que haces el check in y el check out sin encontrar a un humano, como por ejemplo en el bonito y práctico Citybox de Bergen), su conciencia por el medio ambiente (la mayoría de sus coches son eléctricos y existen cargadores para recargarlos por las calles), sus mil riquísimas maneras de cocinar el pescado (puedes probarlo en forma de una exquisita sopa, de brocheta o de sandwich en el popular Fish Market de Bergen), sus preciosas ciudades como la recóndita y carismática Flåm (desde donde se puede viajar a Myrdal en uno de los recorridos en tren más bonitos del mundo) o la turística Bergen, donde se encuentran las famosas casas, que luego decepcionan un poco al parecerse más a un parque temático que a lo que se espera de un monumento declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Barrio de Bryggen, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco – Bergen
Pero también una gran sorpresa cargada de tristeza, una gran paradoja: Bergen también es ese lugar en el que el español es al mismo tiempo el temporero que trabaja de 07.30 h. a 23.00 h. vendiendo pescado en el famoso Fish Market de la ciudad y el turista que lo compra y lo come en uno de los populares y fríos puestos del centro. Casi 60 años después, no es difícil encontrar emigrantes españoles repartidos por todo el mundo. Sí con otro perfil, estos no llevan la maleta de “Vente a Alemania, Pepe”, ni tampoco tienen familia a su cargo en España o viajan con ella. Los de ahora viajan con su trolley y no están casados, probablemente, ni siquiera tengan pareja o hijos, pero no porque no quieran. Evidentemente porque existe otro concepto del compromiso, la vida en pareja y la creación de una familia, pero también porque los tiempos han cambiado y ahora los trabajos estables no existen, ni aquellos de por vida, que permitían jubilarse en el mismo empleo en el que se empezaba. Pero tampoco son ninis, hablan mínimo tres idiomas y cuentan con estudios, probablemente sean ingenieros, informáticos, físicos, psicólogos… que siguen recurriendo a los países del norte para poder vivir en España.
Fish Market – Bergen
Ahora no son largas temporadas de trabajo, se hacen más cortas, lo que dura un verano un par de meses – tres, pero siguen buscando lo mismo: algo mejor. Es gente que renuncia a tener un verano con chanclas y sol, a trabajar para un empresario español al que agradecerle que le permita la oportunidad de tener un empleo mal pagado, que renuncia a que las horas extras no sean pagadas, que renuncia a resignarse a aguantar lo que hay en España, aunque estén todos contando los días que faltan para volver.
Español e italiano. Ese es el perfil de los temporeros de Bergen, los que se entienden con el turista que acude a la ciudad y los que mejor saben manejarlo, pero también los que más necesitan empleo. Los que desempeñan los trabajos más bajos, los que los noruegos no hacen. El que vende pescado durante más de diez horas bajo la lluvia y el frío, los que limpian el suelo de un bar de hielo a menos cinco grados, los que dicen que el frío es duro, pero que en casa existen problemas peores que no se quitan con ponerse un abrigo. Los valientes que se sacrifican para conseguir algo mejor. Los que nos recuerdan cuando viajamos y los encontramos que en España no ha cambiado mucho la cosa después de 60 años y que podría ser un lugar maravilloso, al que todos quieren volver (emigrantes que se van, turistas que vienen) pero que no es.
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