Espoleados por la deportación forzosa a los desiertos de la «indiegencia» cinematográfica, las criaturas de la cosa artística afilan su instinto de adaptación a climas extremos para hacer de la escasez arte. Hablamos de cineastas advenedizos o consagrados en mayor o menor medida, al amparo de las nuevas tecnologías de difusión y distribución (dos conceptos completamente distintos, a veces casi opuestos) y siempre en los márgenes de las corrientes preponderantes.
Paseando por los suburbios del audiovisual español encontramos un movimiento tan interesante como demasiadas veces silenciado llamado «nueva comedia española», movimiento que cultiva un tipo de manifestación sentimental denominada «posthumor» o, como Jordi Costa (mecenas intelectual de este movimiento) define, el «humor que no hace gracia». Un cajón desastre transmedia cuando no recursivo, de submundos dentro de submundos en los que conviven por igual Juan Cavestany, los Venga Monjas, Alberto González, Canódromo Abandonado o Miguel Noguera, inspirados en el universo chanante y con el empuje de otros cineastas no necesariamente posthumorísticos como Nacho Vigalondo.
Dentro de esta nueva ola destacan Los Pioneros del Siglo XXI, con Carlo Padial como cerebro y Didac Alcaraz como brazo ejecutor y ego absorbente de los excesos del primero. Ambos son creadores del espacio de Youtube «Go Ibiza Go» y con él de un innovador subgénero de entrevistas «que se pudren» (Vigalondo dixit), es decir, que supuestamente empiezan y nunca acaban, se rompen, se pierden en un maremágnum de sonidos e imágenes perturbadoras y absurdas. Padial y Alcaraz hacen añicos cualquier regla básica audiovisual a golpe de errores intencionados en el montaje de los vídeos y elementos caóticos y delirantes. «Go Ibiza Go» es a Youtube lo que un tema de Venetian Snares es a la música.
Con «Mi loco Erasmus», nuestros amigos pioneros se embarcan en una aventura a priori interesante como es el mundo Erasmus en Barcelona, para renegar de su premisa y acabar hablando en formato «mockumentary» de algo completamente diferente como es el proceso de creación de una obra audiovisual de género documental. Este modus operandi puede recordar al espacio anteriormente mencionado, pero esta vez la incoherencia se queda en el plano narrativo, revisitando los lugares comunes del género documental en clave posmoderna y conservando cierta integridad formal no exenta de vaivenes de la cámara, planos dentro de planos e insertos de Facebook como voyeur cibernético en una especie de actualización metanfetamínica del tren de sombras de José Luis Guerín.
«Mi loco Erasmus» es como esos estados de alteración sensorial toxicómana de los que el sujeto, angustiado, cree que nunca va a poder escapar. O como esos vídeos de decapitaciones y miembros amputados que queremos pensar, queremos creer, que no son de verdad, que son una mentira perfectamente orquestada para causar en nosotros el horror más puro. No queda otra que rendirse a esta oda al nihilismo pergeñada por los terroristas más brillantes del panorama audiovisual español. Señoras y señores, con todos ustedes, el fin del cine.
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