Manuel Valls (Valencia, 1974) es licenciado en Comunicación Audiovisual, después ha codirigido y coescrito la película Faltas Leves, también una serie de televisión y, actualmente, se dedica al teatro. El último viaje de Cary Grant es su primera producción teatral, que trajo al teatro Echegaray de Málaga, donde un atento público disfrutó de su alternativa trama, con saltos en el tiempo y giros inesperados en un auténtico homenaje al cine clásico, en la que se desgranan la culpa de ser quiénes somos, la educación y las relaciones entre hermanos y padres en una familia universal y al mismo tiempo particular. SidesOut ha querido desgranar el origen de esta obra y la trayectoria de su autor, director y uno de sus protagonistas: Manuel Valls.
¿Nos puedes hablar un poco de tu trayectoria?
De joven era un poco cagado. Siempre he querido ser actor, pero vete a saber por qué, me daba la sensación de que ganarse la vida con la interpretación no iba a ser algo fácil (risas). Así que intenté ampliar el abanico. Estudié Comunicación Audiovisual y por azares del destino acabé dedicándome más a estar tras las cámaras que delante de ellas. En 2005 coescribí y codirigí una película, Faltas leves, que se estrenó en salas de toda España (decir eso hoy en día ya es mucho). Luego estuve escribiendo y dirigiendo una serie de televisión en TVV que funcionó muy bien: L’Alqueria Blanca. Y cuando a un señor muy simpático que le dio por ser presidente de la Generalitat se le ocurrió cerrar la tele y dejar sin trabajo a toda la profesión audiovisual valenciana decidí meterme en un negocio con el que pensé que iba a hacerme rico: el teatro. Alejandra Mandli (mi socia y compañera en El último viaje de Cary Grant) y yo decidimos montar una compañía y nos juntamos con quien produjo mi película, Faltas Leves, Xavier Crespo. Él se inició en la profesión produciendo teatro y entre los tres levantamos el proyecto. El último viaje de Cary Grant es nuestra primera producción teatral y en mayo estrenamos la segunda.
¿De dónde te viene esta obsesión con el cine, el cine clásico y, en concreto, Cary Grant?
Como mucha gente de mi generación, me he criado viendo muchísimo cine clásico. Hace 30 años los sábados por la tarde no ponían otras películas que no fueran esas y recuerdo pasar la tarde pegado a la tele, a esas historias. El cine clásico va ligado a mi infancia. Recuerdo a mi abuela, el cine para ella era evasión, vivieron una guerra y no querían ver en la pantalla películas tristes, desgracias, para desgracias ya estaba la vida. El cine debía ser otra cosa. Y esto entronca con algo que también aparece en nuestro Cary Grant. El daño que nos ha hecho mamar todas esas películas de finales felices. Pensar que, como aquellos actores del Hollywood dorado, nosotros éramos los protagonistas de nuestras vidas, de nuestras propias películas. Que íbamos a conseguir nuestros objetivos: a la chica que nos gustaba en nuestra adolescencia, realizarnos en nuestro trabajo, ser felices. Aquellas películas siempre acababan con un final feliz, pero ¿qué viene después de un final feliz? Esto es lo que se plantea el personaje de Fran en nuestra obra cuando todo en lo que siempre ha creído le hace agua por mil agujeros. Elegí el personaje de Cary Grant, porque era de los actores favoritos de mi abuela y porque reunía todas las características del hombre perfecto. Ese que tiene una fachada que todo el mundo envidia, la carcasa perfecta. Recuerdo haber leído una entrevista en la que el propio Cary Grant decía: “Todos quieren ser como Cary Grant. Incluso yo quiero ser como Cary Grant”. E imaginé que el padre de nuestros protagonistas podría ser así. De cara a los clientes de la sastrería, un tipo atractivo, todo sonrisa, la persona que siempre querrías tener como amigo. Pero de puertas hacia adentro, un marido y un padre terrible, estricto.
¿Y la obsesión con el teatro?
Siempre he querido ser actor. Me considero una persona tímida, pero desde que tengo uso de razón, creo que quiero interpretar. Veía lo que hacían otros en la pantalla o en el teatro y yo quería ser eso. Me gusta contar historias, ya sea desde el lado del actor o del autor. Subirse a un escenario y notar cómo lo que cuentas le llega o conmueve a alguien es muy poderoso. Si alguna vez lo consigues (puede sonar pretencioso), te sientes mejor persona. No tengo un ego muy desmedido, pero creo que alguna vez he (o hemos) hecho sentir eso a alguien. A mí me ha pasado montones de veces como espectador. Y si yo he disfrutado de esa manera como espectador, intentar hacer lo mismo desde arriba me parece uno de los trabajos más bonitos que se pueden tener.
¿Qué has querido contar con El último viaje de Cary Grant?
Me interesa mucho el tema de la familia. Uno no elige la familia en la que vive. Se te asignan unos padres, unos hermanos y esa relación se construye año a año. El último viaje es la historia de una familia en la que las cosas se han hecho mal. De gente que no sabe hablar las cosas, gente que se quiere pero nunca lo dice. El cine y la forma en la que está contada nuestra historia, era una excusa para hablar de la incomunicación entre hermanos, entre padres e hijos. Es un tema que me apasiona. También me interesa mucho la postura que adoptan los hijos durante una parte de su vida en la que intentan buscar la explicación a cómo son y por qué. Quiero decir, qué porcentaje de mi personalidad “es culpa” de la educación que he recibido, de mis padres. Es muy injusto e inmaduro no asumir las riendas de tu vida, pero conozco a muchas personas que no son capaces de avanzar y cerrar puertas porque tienen muchos bloqueos relacionados con su educación y su relación con sus padres. Del mismo modo, ahora que soy padre, también me planteo hasta qué punto puedo llegar a condicionar la felicidad de mis hijas con la forma en la que su madre y yo las criemos. En fin que es un tema complicado, el de la familia, y sobre el que me gusta reflexionar. De hecho, nuestro siguiente montaje, Bienvenido a casa, también gira entorno a las relaciones padres e hijos.
¿Cómo ha sido escribir, dirigir y actuar? ¿Cómo ha sido el proceso de creación?
La verdad es que he tenido la enorme suerte de contar con María Cárdenas, una dramaturga y directora tremenda, a la que le debo media obra. Yo escribí un primer texto más lineal, más tradicional por decirlo de algún modo. Una vez Alejandra y yo le ofrecimos la dirección a María, ella propuso darle una vuelta de tuerca a la trama. Oscurecerla. La primera versión era más comedia. Héctor, Alejandra y yo nos pusimos en sus manos y abrimos un proceso de improvisaciones que acabó con una reescritura y la versión final del texto. De alguna manera, mi tarea como codirector consistió en dar esa forma al texto definitivo. Una vez arrancamos los ensayos, nos pusimos todos en las manos de María que ejerció como la auténtica directora del montaje. Es muy difícil, al menos para mí, estar dentro y fuera al mismo tiempo. Mi tarea como director fue la de seleccionar el equipo, darle forma al texto, decidir junto a María, qué desechábamos y qué decidíamos contar, hacerme a un lado y disfrutar actuando.
¿Cómo es actuar fuera de «esa zona de confort» que es la tierra propia e ir a un territorio desconocido a abrirse en canal?
Actuar fuera de casa, si funciona tu pieza, es mucho más bonito. Hemos actuado en diferentes pueblos de la comunidad valenciana, donde tampoco te conocen. Aunque la obra no sea localista, sí te da la sensación de que juegas en casa. Una obra como la nuestra tiene muchísimas lecturas dependiendo del público. Ha habido en algunos pases, risas, incluso carcajadas, y eso que creo que hemos hecho un drama con algún toque de comedia. Y en otros, silencios sepulcrales desde el minuto uno hasta el final de la representación. Es el público el que da sentido a cada representación y termina de cerrar el trabajo que hemos hecho en los ensayos. La obra se completa en cada representación y nunca hay una función igual a la otra. El público de Málaga ha sido un público serio, muy atento. Es bonito ver cómo en los monólogos (cada personaje tiene uno), el espectador parece no respirar, como si no quisiera perderse una coma. Por otro lado, y ya a nivel ego-autor, resulta muy gratificante ver cómo una historia que has escrito tú, es capaz de llegar a gente que está a muchos kilómetros de tu vida. Al final las personas somos personas. Todos hemos tenido padres, hemos discutido con nuestros hermanos, nuestras parejas. Hay mil cosas más que nos unen que nos separan. Aunque muchas veces ni lo pensemos, todo ser humano pasa por un número determinado de emociones a lo largo de su vida como ser humano. Y que haya 7.000 millones de personas que pasen por lo mismo hace que tocar cosas universales se conviertan en personales.
Las dificultades que existen actualmente en el sector artístico, y en concreto en el teatro, son vistas por algunos creadores como virtudes para experimentar nuevas formas de crear, por ejemplo de hacer teatro, ¿cómo las ves tú?
Por desgracia, la cultura, el teatro parece actualmente nacer sólo desde las tripas. Hay muchísimo talento pero la deriva nos lleva hacia la desprofesionalización absoluta. Cada vez hay más compañías que crean, que tienen ideas acojonantes, que ponen su alma en lo que hacen, pero a las que les resulta impensable vivir de ello. No sólo es la profesión actoral. Es que hoy en día, hablo sobre todo de la realidad que conozco, en Valencia, es totalmente impensable vivir del teatro. Un montaje o una compañía, arranca una producción sin pagar ensayos, sin pagar todo el trabajo que comporta una producción. Y es muy triste. Nadie se plantea ya en ningún sitio crear espectáculos con siete, doce actores. Todas las obras son de uno, dos o tres personajes. La creatividad viene coartada por las deficiencias de la financiación. Y por supuesto que aparecen obras geniales en esas condiciones, pero es muy triste que esa genialidad no arranque desde la libre elección, sino de la precariedad. La cultura, el teatro debe estar subvencionado desde el estado, como la educación. Sin entrar en demagogias de “a la sopa boba”. Lo tienen claro en Francia, en Holanda, en toda Europa. Aquí sólo se piensa en financiar algo si da votos, y la cultura, a izquierdas y derechas, sólo interesa si están en la oposición.
Una película: Por vinculación emocional, un clásico: Dos en la carretera. Una canción: He lays in the Rains de Calexico/Iron&wine. Un libro: Me encanta Eduardo Mendoza, Juan Marsé. De lo último que he leído, Yo confieso, de Jaume Cabré (de padres e hijos) Un lugar: Pirineos, cualquier parte del Pirineo de montaña. Un sueño: Vivir del teatro
Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies
ACEPTAR