Louis Garrel lleva impreso en su ADN el lenguaje cinematográfico, hijo del cineasta francés Philippe Garrel y la actriz Brigitte Sy, el actor y también director, conocido por su papel en la magnética Soñadores, de Bernardo Bertolucci, ahora estrena su segunda cinta, Un hombre fiel. En ella se encarga de la dirección, la interpretación y también de escribir el guion, junto a Jean-Claude Carrière, otra figura del cine francés, colaborador asiduo de Luis Buñuel.
No estamos hablando de cualquier cosa, Garrel, desde su infancia, ha mamado el cine y también ha sabido rodearse de los grandes para abordar su segundo trabajo, algo que se aprecia en esta comedia con tintes dramáticos que nos retrotrae al cine francés de los 60. La voz en off como narrador del pensamiento de los personajes, la música, incluso el cartel, efectistas escenas que nos hacen recordar algunos planos de Bande à part o Besos robados, esa frialdad con la que actúan los protagonistas a la hora de abordar los asuntos sentimentales, esa superioridad que parece tener la sociedad liberal francesa para hacer frente a dramas pasionales, que al resto de la humanidad nos dejarían noqueados y que a ellos parecen importarles bien poco (o eso aparentan).
Un hombre fiel, manteniendo una estética puramente francesa, habla del desencanto de las relaciones amorosas a través de cuatro personajes, a cada cual más peculiar, entre los que se incluye un niño, que, por cierto, es el más consecuente del reparto, encabezado por una bellísima Laetitia Casta y también por Lily-Rose Depp, clon de su madre, Vanessa Paradis. Con un impactante inicio, Abel, el protagonista de la película (se ve que al director le apasiona este nombre, ya lo utilizó también para uno de los personajes de su primera cinta) es abandonado por su novia, quien le deja por su amigo Paul para tener un hijo. Después tienen lugar una serie de catastróficas desdichas entre las que se incluyen una muerte, un segundo abandono y un posible envenenamiento, como hemos dicho anteriormente, con un niño aparentemente inocente de por medio, pero que, sin embargo, es el detonante de casi todas las acciones.
Utilizando el humor y una patética figura masculina encarnada por él mismo como hilo conductor, Garrel viaja por los anhelos, la pasión y el amor platónico contrastándolos casi en la misma secuencia con la decepción que provoca la consecución del objeto deseado, el real hartazgo de la rutina, el miedo a la soledad o la inseguridad de perder a quien calienta el otro lado de la cama. Pero aquí no acaba la cosa, hay otro aspecto positivo más, todo esto está contado en una breve pieza de 75 minutos.
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