El cine contemplativo tiene cada vez menos recorrido en salas. El futuro de estas historias realistas y poéticas con menos engranajes, pero la misma o más belleza que el cine mainstream, está en los certámenes cinematográficos internacionales como el Festival de Málaga. Gracias a su sección ZonaZine, joyas independientes como Los hermosos vencidos de Guillermo Magariños pueden verse con público en pantalla grande.
Hay una magia singular en las parejas de desconocidos del cine. Cuando ves a dos personajes pasar de la nada al todo. Como Celine y Jesse en la trilogía de Linklater, en Los hermosos vencidos sus protagonistas hacen avanzar la trama a través de diálogos ingeniosos y reflexivos, a veces quizás demasiado existencialistas, que dan más que pensar a la audiencia que la propia moralidad de la acción que les ocupa.
Dos jóvenes mexicanos son contratados para llevar un cadáver de un lugar de México a otro. Sin tiempo ni ganas para hacer preguntas, solo cogen el dinero, conducen y acomodan al muerto en hielo. Ellos no han presenciado el crimen, aunque tampoco son del todo inocentes. Durante el viaje en coche, estos hermosos vencidos demuestran una falta de escrúpulos implacable. Sin motivos suficientes por los que vivir, solo les importa efectuar la entrega, una vez realizada, ninguno sabe lo que le depara.
A diferencia de tantas otras películas de jóvenes y su famoso interés por el carpe diem y por vivir el momento, en esta cinta, a sus protagonistas parece darles pereza solo el existir. Es cierto que durante el viaje beben, ríen y bailan, pero casi parece que lo hacen por inercia, más que por necesidad. Son lentos en cada uno de sus movimientos y enfrentan cada poco a la muerte con la misma calma que llevan con todo lo demás.
Tania López y Diego Calva son los responsables de dar vida a este par de psicópatas protagonistas de Los hermosos vencidos, que hacen suyo el guion de Magariños y Silvia Jiménez, enunciándolo como si de un ejercicio de improvisación se tratara. Aunque al principio desconfían el uno del otro y a penas hablan, en poco tiempo empiezan a sentirse cómodos, resolviendo una trama de conversaciones existenciales para las que hay que estar bien despierto si se quiere profundizar.
Se trata de un roadtrip menos al uso de lo normal, un viaje por carretera en el que apena ocurren cosas, pero donde las conversaciones juegan un papel fundamental que hacen buena a la película. “Si te vuelves adulta me llamas. Pa contarme cómo es”, le dice él en una de las paradas. “Eso no va a pasar”, asegura ella. Aparentemente son dos niños grandes sin demasiadas expectativas en la vida.
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