El cuerpo humano tratado por poetas y artistas a lo largo de la Historia ocupa un volumen de la exquisita revista fundada hace más de 90 años por poetas de la Generación del 27.
El último numero de la revista Litoral se dedica al cuerpo. Lo hace en una época en que el cuerpo parecía haber superado todos los tabúes que sobre él han pesado a lo largo de la historia. No es así y ahora el cuerpo sigue siendo objeto de interpretaciones varias y objeto de repudio por diferentes motivos para conservadores y progresistas. El cuerpo es molesto o gozoso según cómo se mire y quién lo mire. Hoy se esconden cuadros con torsos desnudos en aras a la igualdad, se ocultan a la fuerza cuerpos enteros por orden de la religión o de la moral. Incluso las grandes ciudades, como Londres o Berlín, auténticos centros del culto al deseo, se han asustado cuando Viena quería anunciarse para los turistas con los cuerpos desnudos que pintó Egon Schiele allá por el modernismo. Se mira de reojo la sensualidad de la piel desnuda, tanto por quienes quieren volver a tiempos pasados como por quienes quieren superarlos. Así que Litoral se encomienda al cuerpo con descaro y lo examina pliegue a pliegue. “I’ll examine every inch of you”, que cantó Leonard Cohen. Porque el cuerpo fascina cuando se tapa y también cuando se desnuda. Siguen siendo malos tiempos para los censores, incluso cuando ganan.
La revista cultural Litoral y su exquisita edición se acerca al cuerpo desde el arte y la literatura, a través de más de 400 autores que glosan “ese instrumento del alma”, como lo definió Aristóteles según recuerda ahora el director de la histórica publicación heredera de la Generación del 27, Lorenzo Saval. El escritor Antonio Muñoz Molina, que da la bienvenida al volumen de Litoral, glosa la explosión del deseo reprimido ante la intuición del cuerpo en unos años que contrastan con la actual exposición por todos lados para concluir que “la antigua emoción no se pierde, ni se gasta por la sobreabundancia de lo accesorio”.
Andy Warhol – Walking torso
Y a partir de ahí surgen más de 200 páginas con un análisis del cuerpo de la cabeza a los pies, parte a parte, incluyendo una extensa nómina de escritores y artistas, con sus dosis de sensibilidad, descaro y también prejuicios, según los casos, y con demasiada abundancia de versos escritos por hombres y muy pocos por mujeres.
Ya en las primeras páginas, cuando se analizan los clásicos, un poema de Catulo deja claras las intenciones: “Decente y pío debe ser el poeta en vida: los poemas no tienen por qué serlo de ninguna manera”. Claro que se trataba de una airada respuesta de otros colegas que se inicia con los versos “Os daré por el culo y por la boca, Aurelio bujarrón, marica Furio”.
No todo era de tal calibre. Veinte siglos necesitó el poema de Catulo para ser traducido, en este caso por Aurora Luque, aunque puede que ahora en cinco minutos pasara a ser pasto de la neocensura.
Luque es la autora de un sugerente texto sobre el cuerpo en la antigua Grecia, que incluye un bello poema de Safo sobre la transformación de cuerpo y alma ante la experiencia erótica.
René Magritte – La lección de música
También ha sido objeto el cuerpo de poemas de una dulzura que pasa a ser directamente cursi, como la traducción del árabe clásico de un poema del andalusí Ben Quzman; “Y pechitos cual manzanas, carrillitos como harina, dientecitos como aljófar y de azúcar la boquita”. Cuidado con cuestionar la remilgada lírica de estos versos, que no otra fue la razón de la diatriba de Catulo contra aquellos que se mofaban de él por un texto anterior.
Litoral, tras su revisión de los clásicos, analiza el cuerpo empezando por la cabeza, con cada una de sus partes, cerebro, ojos, nariz, lengua…, y va de arriba abajo, desde el cuello hasta los pies, en un afán por llegar hasta el último detalle. Así cada una de las partes tiene su propio sentido; el misterio domina los poemas dedicados a los ojos, igual que la sensualidad los que van del cuello a la cintura y entre desatados y gozosos pornógrafos cercanos a veces al chiste cuartelero son cuando toca hablar de culo y genitales.
John Gutmann – The city cry
A veces el mismo poeta refleja estas distintas actitudes. Ahí están las pupilas azules que tanto gustaban a Bécquer al hablar de los ojos en versos cuya dulzura dejaba de lado al hablar del coño. “¡Oh!, coño entre los coños escogido, peluca entre pelucas bien rizada, quien te metiera el instrumento erguido y te dejara de joder cansada”. Visiones masculinas de vaginas, excepto la de Ana Rossetti, como la de Apollinaire (“Coño ancho como un estuario, donde mi reflujo amoroso va a morir”), que contrastan con la ausencia de poemas femeninos en el capítulo del pene, quizá ni merezca un triste verso de ellas, lo que deja a los hombres ejercitar a sus anchas su ombliguismo, tan bien expresado en el título de un poema de Carlos Edmundo de Ory: Mi rabo.
Y siguiendo a la búsqueda de versos escabrosos en el índice de Litoral, igual que un adolescente buscaba en un diccionario determinadas palabras, se llega a un curioso soneto firmado por Arthur Rimbaud y Paul Verlaine y dedicado al ojo del culo, que “oscuro y arrugado como un clavel violeta entre el musgo respira humildemente oculto”.
Litoral penetra también en el cuerpo con poemas dedicados al útero, al corazón, la sangre o las vísceras. Incluso el hígado tiene su poema de Pablo Neruda, al que el autor chileno apela hasta llegar a ponerse asaz melodramático: “Monarca oscuro, distribuidor de mieles y venenos, regulador de sales, de ti espero justicia. Amo la vida: ¡Cúmpleme! ¡Trabaja! no detengas mi canto”.
También se canta a lo que sale del cuerpo, sean lágrimas, esperma, fluidos, orina o heces. “Creo en la poesía y en la mierda”, grita pomposo Jesús Lizano, que contrasta con el rotundo lenguaje poético de Blanca Andreu al hablar desde el recuerdo adolescente sobre la menstruación, que “es callar secar doblar tirar y esconder el delito (…) un milagro muerto que yace en las bragas”.
Portada revista Litoral – El Cuerpo
Junto a la literatura, el arte también ha tratado el desnudo de un modo más desinhibido y en tantas ocasiones enfrentado a la censura. Litoral hace un recorrido por el tratamiento del cuerpo femenino desnudo que, tras viajar por Tiziano, Goya o Ingres, desemboca en aquel sonoro puñetazo que asestó al mundo del arte, encarnado en el Metropolitan Museum de Nueva York, el colectivo Guerrilla Girls en 1989 en su cartel “¿Tienen que estar desnudas las mujeres para entrar en el Met?”, que recordaba que las mujeres artistas en las secciones de Arte Moderno del museo no llegaban al 5%, mientras el 95% de los desnudos correspondía a cuerpos femeninos.
Litoral incluye en sus últimas páginas la metamorfosis del cuerpo humano, a veces artificial (con técnicas como el tatuaje o el body painting) o a veces natural, con la sección cuerpos decrépitos que tan bien plasman los cuadros de Lucien Freud. Incluso los cuerpos muertos. “Mi cadáver y yo nos entendemos a las mil maravillas”, canta Nicanor Parra.
Litoral cuenta además con la que quizá sea la parte más misteriosa y esquiva del cuerpo: la sombra. Juan Ramon Jiménez: “Siempre yo penetrándote, pero tú siempre virjen, sombra”.
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