La editorial Alpha Decay nos trae en castellano Las horas han perdido su reloj, el último trabajo de Grafton Tanner, ensayista especializado en la nostalgia y autor de libros como el estudio sobre el vaporwave Un Cadáver Balbuceante o The Circle of the Snake, el único de sus títulos aún no editados en español. En este nuevo trabajo en torno a la nostalgia, Grafton lleva a cabo una completa investigación sobre la instrumentalización política de esta emoción, defendiendo también sus potenciales bondades, o, al menos, su funcionalidad como medio para regularnos emocionalmente cuando nos vemos desbordados por el presente.
Esta utilización de la nostalgia por parte de la derecha no tiene nada de nuevo. Tanner tira del hilo y analiza la nostalgia por la Causa Perdida de la Confederación, un fenómeno que retrató a los estados sureños como una región que había sido mucho más próspera antes de la guerra, todo ello a través de la construcción de monumentos a líderes confederados (esos mismos monumentos racistas que serían derribados durante la década de los 2010 a modo de protesta).
La irreverente serie de animación South Park retrató precisamente esta utilización política de la nostalgia en su 20º temporada, una temporada irregular que, sin embargo, plasmó a la perfección el papel que jugó esta emoción, presente hasta en el eslogan de su campaña, en la victoria de Donald Trump en 2016. En esta temporada encontramos unos seres llamados “member berries” que, al ser ingeridos, te atrapan en una espiral de cálidos recuerdos nostálgicos de otros tiempos en los que todo era más sencillo. En un principio, parece una inocente forma de relajarse recordando la cultura popular de los 80, sin embargo, una vez el consumidor se confía, las “members berries” comienzan a recordar nostálgicamente aquellos tiempos en los que no había tantos mexicanos en EEUU o no existía el matrimonio gay.
Grafton Tanner
La conclusión del autor en este sentido es que no debemos rechazar de forma automática la nostalgia, pero sí ser conscientes en todo momento de que nuestras emociones están siendo manipuladas por parte de empresas o demagogos. Como cualquier otra emoción, la nostalgia será adecuada en ciertos momentos y peligrosa en otros, por lo que toca estar atentos.
Pese a que el enfoque del libro es principalmente político, Tanner analiza también la deriva nostálgica de la industria del entretenimiento que nos ha llevado a que la cartelera actual esté saturada de reboots y remakes. Reboots que, por cierto, causan rechazo en el momento que incorporan la inclusividad al tratarse esta de un insulto a la nostalgia de los fanáticos, como ha ocurrido con Los Cazafantasmas o La Sirenita. Otro tema candente es el de las modificaciones de las leyes de copyright propiciadas por gigantes mediáticos como Disney, que han conseguido congelar la cultura de masas en el tiempo para poder seguir rentabilizando sus iconos. En relación a esto, Tanner se plantea si de verdad se esperan que nos pasemos toda la eternidad viendo al puñetero Mickey Mouse.
Grafton realiza también una interesante relectura del mito de la cabaña, representado célebremente por Thoreau. Al margen de la lectura romántica de este fenómeno, el autor los define como escapistas de la realidad que lo que realmente quieren es vivir una vida completamente distraída reduciendo toda su existencia a la mera supervivencia y no tener así tiempo para pensar, viviendo una existencia nostálgica alejada de lo que el teórico Douglas Rushkoff definió como “shock del presente”.
Por último, merece una mención especial la reflexión sobre la nostalgia que sentimos en relación al cambio climático y la angustia originada cuando un fenómeno ambiental modifica nuestro entorno (un concepto que tiene hasta nombre propio: solastalgia). En relación al cambio climático, Tanner rescata las conclusiones de un estudio que señala que las personas de mentalidad conservadora tienden a responder mejor a la información sobre el calentamiento climático si esta se les formula de forma nostálgica, una nueva muestra de la estrecha relación entre esta emoción y cierto espectro político que añora un pasado mejor.
Quienes vayan buscando en Las horas han perdido su reloj un nuevo estudio sobre cómo la cultura popular parece condenada a la repetición y al pastiche, como teorizaron pensadores como Simon Reynolds o Mark Fisher, quizá no encuentren lo que andan buscando. Los lectores sí que encontrarán en este libro, sin embargo, una sólida investigación de los orígenes y la evolución de esta emoción y sus efectos en la política, la cultura y la sociedad contemporánea.
Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies
ACEPTAR