Desde hace más de un año, dos jóvenes curiosas recorren el barrio de Lavapiés algunos domingos del mes con una interesante y poco conocida historia, que cuenta con lista de espera para ser escuchada. Se trata de Yolanda Riquelme y Beatriz Martins, pertenecientes al colectivo de mediación cultural La Liminal, que esta vez ha decidido rescatar la huella de la vida obrera en el barrio de Lavapiés a través de una de sus actividades con más éxito: el recorrido urbano de Las cigarreras de Madrid, que se lleva realizando desde 2016 y aún hay bastantes reservas, es por ello que no paran de repetirla y el próximo domingo, 25 de marzo, hay otra oportunidad de disfrutar de esta amena clase de historia en forma de recorrido.
El motivo que desencadena esta historia que puede compararse con aspectos de la lucha feminista más actual, se remonta a 1780, momento en el que se construye el edificio de la Tabacalera madrileña y su posterior reconversión en una verdadera fábrica de tabacos, donde se llegaron a registrar 3.000 cigarreras. El carácter hermético y controlador de la configuración del edificio o los motivos por los que se elegían a mujeres para realizar este tipo de trabajos son algunos de los puntos sobre los que hace reflexionar La Liminal a los visitantes de este recorrido de dos horas de duración.
Las necesidades (hasta el momento nunca vistas) que surgieron con la incorporación de esta nueva mano de obra, que iba acompañada de sus hijos, es otro de los importantes aspectos sobre los que repara La Liminal para hacer reflexionar al público acerca de la configuración de los espacios de trabajo. Asimismo, profundizan en el importante tejido solidario que se creó entre ellas dando como fruto bastantes avances en la fábrica y en sus condiciones laborales.
La forma en la que estaba distribuida la fábrica atendiendo a diferentes funciones o la jerarquía de la misma, liderada por hombres, aunque con mujeres ocupando diferentes cargos de responsabilidad (las bases de las trabajadoras eran los ranchos, que eran controlados por “la ama de rancho”), son otros de los aspectos destacados en el recorrido.
La industrialización cada vez más latente hace que en 1887 se produzca un momento clave en la transformación de la fábrica con la llegada de las máquinas y su consecuente reducción de plantilla y masculinización de la misma. Es entonces cuando se producen varios levantamientos de las cigarreras en contra de estas medidas oponiéndose a la introducción de las máquinas en los sistemas de producción.
Interesante reflexión es la que hace La Liminal sobre este aspecto, ya que no es que las cigarreras se opusiesen al progreso por el mero hecho de que las máquinas disminuyeran los puestos de trabajo, sino que realmente la llegada de las máquinas a los centros de producción supusieron cambios reales en las dinámicas de trabajo, distribuyendo al personal en filas, mirando al frente (similar a la distribución actual), que hizo perder ese ambiente cordial y de intercambio social que se daba en los ranchos anteriores, dotando el espacio de prácticas de normativización, control y adoctrinamiento. Una reflexión que nos acerca a nuestros días y nos hace pensar en cómo cada vez más las iniciativas de esos nuevos emprendedores que se ven excluidos del sistema capitalista vuelven a retomar en otros formatos: espacios de coworking, modelos colaborativos o asociacionismo.
Las cigarreras son uno de los grupos pioneros de la lucha obrera en España, sus reivindicaciones se centran en mejoras de las condiciones de trabajo, subida de sueldos o protestas por despidos de compañeras, de ahí que Benito Pérez Galdós se refiriera a la comunidad de cigarreras como “alegría del pueblo y espanto de la autoridad”. Un ejemplo de la progresiva politización y organización sindical del colectivo es el famoso Café Barbieri del barrio de Lavapiés, donde las cigarreras tienen sus asambleas y mítines.
Otro de los interesantes puntos que toca esta visita de La Liminal es cómo el paisaje urbano del barrio de Lavapiés se configura íntimamente en función de las necesidades de las cigarreras: proliferación de espacios dedicados a los cuidados, colegio para sus hijos, casa de cunas donde poder dejar a sus hijos durante la jornada laboral o el asilo de ancianas que también crearon para cuidar las unas de las otras.
En definitiva, las cigarreras constituyen un verdadero movimiento revolucionario y ejemplo de estructura comunitaria, con una clara conciencia no solo de clase, sino también de género, borrado de discurso oficial, pero que este activo colectivo La Liminal nos trae al presente para recuperar la identidad de los barrios, mantener esa memoria viva, hacernos cuestionar cosas y transformar realidades.
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