El nail art más extravagante, zapatillas con plataforma de la tocha, volantes para el top y brillo para los shorts, son las 21.10 h y la Rosalía ya brilla (con bastante highlighter) con su look verde al aparecer en el escenario sin abrir aún la boca. Escoltada por sus 8 rosas, las bailarinas que encienden su espectáculo coreografiadas por Charm La´Donna (que ha acompañado en sus giras a estrellas como Madonna), la catalana apareció en escena clavando su mirá en el infinito del recinto del Mad Cool para despedir con fuego el atardecer de su fiesta de bienvenida.
El concierto empezó “malamente”, con problemas en la base electrónica de Pienso en tu mirá, algo que solucionó “su hermano”, El Guincho, uno de los responsables del fenómeno Rosalía, bajo la amenazante mirada de la cantante a la mesa de mezclas. Donde ella misma, minutos después, clavó sus uñas de gel extralargas para hacer sus pinitos jugando con el sonido.
Un oso panda, un trozo de pizza o un cucurucho de helado eran algunas de las incrustaciones que decoraban los dedos que agarraban el micrófono que sació la sed de trap de un público dominado por la generación Z y millenial que inauguró el festival madrileño. Aunque se echó en falta música en directo, el show tuvo de todo: centrándose en su disco El mal querer, Rosalía también rescató joyas de Los Ángeles como Catalina, que cantó a capela ante el silencio de unas 50.000 personas, coreó Milionària decepcionada por el catalán del público y cerró el espectáculo con algunos de sus temas más aclamados como Con altura, Aute Cuture o, por supuesto, su Malamente, que convirtió en una auténtica fiesta el recinto de Valdebebas.
Lo demás, está dicho, Rosalía ha agotado todos los adjetivos que sobre ella se podrían verbalizar. Su talento ya se viraliza en tiempo real a través de las millones de stories que, en streaming, llevan su hashtag. Su duende se sube, su arte se comparte, su vocabulario es trending topic, su imagen basada en la filosofía del “más es más” tiene millones de impactos y su flamenco urbano será uno de los testigos que mejor supo imprimir la cultura 2.0.
Le pese a quien le pese, Rosalía, con su eyeliner y sus leopardos, ha venido para matar, a ella sí que la han señalado y, como ella bien sabe, su música suena en todos lados. Y, lejos de hacer lo que le piden en su canción Aute Cuture, «Madre mía, Rosalía, bájale», ella sigue pisando fuerte.
Pero hubo más aparte del fenómeno Rosalía, Metronomy puso patas arriba el escenario principal un rato antes, haciendo sudar aún más a un público que ya esperaba ansioso escuchar por primera vez en directo su nuevo single Salted Caramel Ice Cream. Como siempre, su pop electrónico con nostalgia de los 80 no decepcionó. Un poco más difícil lo tuvo Lykke Li que tuvo que reanimar a un público aún en shock tras el huracán Rosalía, pero que también puso a bailar a los asistentes con sus temas que ya son clásicos como I Follow Rivers, Sex Money Feelings Die o No Rest For the Wicked.
Bring Me The Horizon, agradeciendo incluso a sus espectadores que se quedaran tras Rosalía, fueron los encargados de cerrar la fiesta de bienvenida del Mad Cool, en la que no faltó, por supuesto, sus clásicas atracciones que, por momentos, hacen que se confunda con una auténtica feria.
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