Se puede llegar a Marat-Sade vía teatro clásico. Peter Weiss, a la estela de Bertolt Brecht y Antonin Artaud, escribe y estrena a principios de los sesenta del siglo XX un drama en el que enfrenta en los primeros años de la Revolución Francesa al jacobino Marat y al libertino Marqués de Sade, entonces ya Sade a secas. Pero también se puede llegar confrontando, como ocurría cuando se estrenó, la revolución política y la sexual; el sueño igualitario colectivo y la libertad individual; socialismo y anarquismo. Y de lleno ya en el siglo XXI, dos décadas ya cumplidas en plena pandemia, se puede llegar a esta obra entonces preguntándose qué queda de ambos sueños, el colectivo y el libertario, en estos tiempos modernos. Y eso es lo que ha hecho durante un mes en las Naves del Español en Matadero Madrid la producción dirigida por Luis Luque con traducción del texto de Miguel Sáenz.
Juan Codina, en el papel de Marat. Foto: Jesús Ugalde
Marat-Sade se ha colocado sobre el escenario actualizándose a través de un vigoroso musical –con música original de Luis Miguel Cobo– con una escenografía austera pero eficaz y usando audiovisuales, trasladando al teatro del siglo XXI la vanguardia, ahora ya considerada clásica, en la que se movía Weiss. Y trasladando también el significado de las proclamas igualitaristas de Marat (interpretado por Juan Codina) y las del revolucionario Roux (Emilio Buale). “¿De quién es la libertad?”, se pregunta este último, y esta cuestión y otras alusiones a las clases populares traicionadas o al control de la sociedad por parte de la burguesía suenan en los oídos de los espectadores aludiendo a situaciones muy reales en el mundo actual.
Nacho Fresneda, en el papel de Sade. Foto: Jesús Ugalde
Sade (Nacho Fresneda) es el artista que inicia comprometido la Revolución. Preso de La Bastilla, es liberado y se apunta a la agitación social hasta que se da cuenta del camino hacia el terror que toman los acontecimientos. Esto no arredra a su oponente jacobino –“matamos en defensa propia”, dice Marat– que defiende que hay que actuar eliminando todos los elementos que impiden la liberación popular y se burla del diletante Sade, al que llama “ciudadano marqués”, y cita con sorna por blandos a otros revolucionarios como Danton o Robespierre.
La obra es en realidad una muestra de teatro dentro del teatro. Cuenta cómo se representa en un hospital mental el texto escrito por Sade. La acción se sitúa en 1808 y la obra que montan se retrotrae hasta 1793, a los últimos momentos de la vida de Marat, acompañado por Simone (Itziar Castro), que no pudo evitar que el revolucionario fuera asesinado por Charlotte (Ana Rujas) en un desesperado intento de frenar el camino del crimen en el que había entrado Francia. Ni que decir tiene que, tratándose de Sade, los internos se abandonan en cuanto pueden a la pasión sexual y tienen que ser reprimidos una y otra vez por el director del hospital, Coulmier (Francisco Boira), personaje que representa la nueva Francia surgida de la Revolución bajo el control de Napoleón, más preocupada por la propaganda, el ardor guerrero y patriótico y por quedar bien ante el emperador y salvar su propio cuello que por profundizar en libertades e igualdades. La vida misma.
Ana Rujas, interpretando a Charlotte. Foto: Jesús Ugalde.
La obra de Peter Weiss se titula Persecución y asesinato de Jean Paul Marat representados por el grupo teatral de la casa de salud de Charenton bajo la dirección del señor Sade, aunque se respire mejor con un simple Marat-Sade, y se ha convertido en un clásico porque tiene la virtud de que al espectador le resulta fácil reconocerse en los parlamentos de los personajes, en la música tan cercana al musical de hoy, en algunos chistes o expresiones –no falta un «por qué no te callas»– que dejan claro que no quedan tan lejos de la actualidad los debates que provocaron la Revolución. Y por si fuera evidente, el pregonero o maestro de ceremonias (Eduardo Mayo) para un momento la acción para mostrar a un Marat moribundo qué ocurrió en Francia tras su muerte , desde Napoleón hasta la actual pandemia, pasando por las guerras mundiales o mayo del 68.
Es un espectáculo que pretende ser total, plagado de crítica, burla y humor, forzando al espectador a debatirse entre Marat y Sade, cara y cruz de la Historia Contemporánea; con números musicales enérgicos, algunos muy eficaces, otros no tanto como la interpretación de La Marsellesa. “Yo solo creo en mí mismo”, clama Sade. “Y yo solo creo en la causa que tú tracionas”, le responde Marat. Son dos formas de revolución. Tú eliges.
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