Entrar en La Pensión de las Pulgas es el peaje para adentrarte en el universo de José Martret y Alberto Puraenvidia, un lugar que te atrapa todos los sentidos y es capaz de trasladarte de la madrileña calle Huertas al Nueva York de los años 60 en cuestión de minutos. MBIG, una de las obras de teatro que ahí se representan (por última vez este domingo pasado), es una adaptación del maravilloso Macbeth de Shakespeare, que José Martret (el director) ha dado forma con un gusto exquisito. Contextualizada en tres momentos diferentes de la Historia: el original del texto de la obra, con la ambientación de los años 60 y guiada a través de un paralelismo con la actualidad. La ambición, el mundo empresarial actual y la decoración vintage se mezclan en un espectáculo que, por momentos, hace creer al espectador que se encuentra dentro de la serie “Mad Men”.
En La Pensión de las Pulgas no falta un detalle: el suelo hidráulico de colores, el papel con estampados floreados en la pared, la polvera encima del tocador en uno de los tres escenarios en los que transcurre la obra, el revestimiento de los bancos que hay en cada una de las habitaciones que recorre el espectador, los teléfonos o la botella para servir el whisky hacen que el espectador se pierda en este universo atemporal, que constituye una nueva y auténtica forma de hacer teatro, permitiendo al espectador asomarse y tocar las vísceras del mismo. Pues el elenco de los 10 actores que participan en MBIG también está bien completo: una memoria asombrosa, una dramaturgia muy bien dirigida, una fuerza y una naturalidad que no permiten al espectador distraerse un segundo, ni siquiera para recolocarse a lo largo de las más de dos horas de función.
En definitiva, una profesionalidad y una pasión por el trabajo bien hecho, que ha dado un resultado más que digno. No es fácil trabajar con el público a un palmo de distancia, o a veces ni eso, el actor queda expuesto al 100 x 100, desaparecen las distancias tras las que ocultar algún error, la puesta en escena se amplifica hasta el movimiento de una pestaña y la exigencia del observador se multiplica también, lo queremos ver todo y queremos que sea creíble. Y MBIG lo es y mucho. El enorme trabajo de unos actores muy profesionales, sumados a un vestuario, maquillaje y escenografía muy cuidados, así como un sonido y iluminación impecables dan como resultado un shock de emociones al terminar la obra, por la carga emocional del texto, por la cercanía del drama, por haber compartido con los personajes sus locuras, sus sufrimientos, por sentir realmente tensión mientras se planifica un crimen, por sentir miedo con las voces rajadas de las brujas macbethianas, y también por salir de ese bonito edificio de la calle Huertas con la satisfacción de ver que hay gente que ama y cuida su trabajo.
En ese edificio donde está La Pensión de las Pulgas, antigua casa de la que fue una de las primeras empresarias teatrales de España (La Bella Chelito), se hace teatro alternativo, pero de una manera especial, con una fórmula que consigue meter al espectador dentro de la acción, permitiéndole oler la tristeza de los personajes, salpicarse con la culpa de los mismos, sentarse a la mesa de la venganza con ellos; pero no lo consigue meramente gracias a las distancias cortas, al espacio reducido, no; el secreto de su fórmula radica en el exquisito cuidado de cada mínimo detalle, en la sensibilidad y precisión con la que se ha colocado cada lámpara que cuelga del techo, con la que se ha ensayado cada acción de cada escena.
Entrar en La Pensión de las Pulgas es vivir una experiencia que en pocos lugares se puede vivir, es una sensación única, que te traslada físicamente al lugar que te muestra la película, donde puedes tocar el papel pintado de la pared y oler la naftalina, y que te permite meterte en las vísceras del personaje, percibir el temblor del miedo en sus manos, el ojo ensangrentado de rabia, disponer de múltiples perspectivas de la acción que la butaca de una sala de teatro no te permite.
No sé si alguna bruja macbethiana lo intuyó, pero, en este caso, bendita ambición de otros, más grandes, que ha hecho que, una vez más, triunfe la imaginación y que hoy por hoy podamos acudir a teatros alternativos donde el talento brilla aún más si cabe.
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