El Museo del Neón de Varsovia recupera las luces con las que el régimen comunista trató de mostrar una cara moderna y cosmopolita desde los años 50 hasta su colapso final y que dejó una amplia muestra de diseño gráfico realizada por los mejores artistas y arquitectos de la época.
La luz de neón coloreó los tonos grises del estalinismo en la Varsovia los años 50. La ciudad se “neonizó”, un término que sirve para explicar los múltiples significados detrás de esos tubos cargados de gas que iluminan comercios, hoteles, cines y otros edificios de las ciudades. El neón era político, era diversión, era una mirada hacia el futuro, era la vanguardia del diseño. Hoy aquellos neones son custodiados en uno de los museos más curiosos de Europa. El Museo del Neón ocupa una pequeña nave dentro de un recinto dedicado al diseño bautizado como Soho Factory, en el emergente barrio de Praga de la capital polaca.
Posguerra. Varsovia era gris. La capital polaca tenía el color al que le obligó Stalin. La ciudad destruida durante la II Guerra Mundial por los nazis fue reconstruida por el estalinismo, con avenidas largas y anchas, edificios mole, bañados de realismo socialista y presididos por el Palacio de la Cultura y la Ciencia, un regalo de Moscú que hoy sigue marcando el perfil de la ciudad amenazado por modernos rascacielos de cristal. Era una ciudad que aún hoy se percibe con nitidez.
Stalin murió en 1953. Kruschev le sucedió e hizo públicas las atrocidades del dictador comunista. Fue un deshielo mínimo (de hecho, Kruschev cayó al poco tiempo y la ortodoxia regresó de manos de Breznev), pero supuso una ventana aprovechada por los países satélites. Y por ahí se coló el neón.
La “neonización” fue una decisión política de alto nivel. El Ministerio de Comercio Interior polaco estableció una serie de regulaciones a su favor y los artistas del neón se lanzaron a iluminar la ciudad, basándose para ello en ciudades como Londres, París, Hamburgo e incluso la Varsovia anterior a la guerra.
Hubo regulaciones, normas sobre los colores, sobre el tipo de letra y otros aspectos técnicos. No en vano el bloque en el que estaba alineada Polonia salía del realismo socialista, que era un conjunto de estrictas normas sobre lo que debía ser el arte, aunque ya entonces reflejaban estrictamente lo que no debía ser. Así que normas no faltaron.
Varsovia quería entrar en la nómina de grandes ciudades europeas. Más que un interés comercial, era artístico y arquitectónico lo que movió a los diseñadores. A los políticos les interesaba, además, mostrar una visión económica y cultural distinta a la que el estalinismo había dejado en la ciudad.
Los años 50, la Era de la Neonización, vieron cómo los mejores arquitectos y artistas visuales se dedicaban a iluminar las calles. El llamado “Grupo Neón” planeó la iluminación de la calle Pulawska, al sur de la ciudad. Mientras a Eleonora Sekrecka y Zygmunt Stepinski les correspondió neonizar la importante calle Marszalkowska, en la que aún se pueden ver neones clásicos, como los del cine Luna o el milk-bar Prasowy, alegrando los enormes edificios grises. También participaron algunos de los artistas que formaron la conocida Polish Poster School.
Cines, comercios, farmacias, hoteles, bibliotecas eran una nota de color sobre el gris que, pese a todo, seguía siendo el uniforme de la capital polaca. Probablemente, artistas y políticos veían de distinta forma el fenómeno. Los primeros encontraban una moderna forma de expresión; los segundos veían el vehículo perfecto para su propaganda de nación próspera y cosmopolita que, pese a sus esfuerzos, a pocos engañaba.
Ese fue el tono de la Guerra Fría en el Este de Europa. En los sesenta y setenta la burocracia fue ahogando a los neones. El conservadurismo que marcaba Moscú dejaba su impronta con exigencias cada vez más duras. A finales de los setenta la crisis económica golpeó con dureza al país, la oposición creció bajo la organización sindical Solidaridad y el gobierno respondió en 1981 con una ley marcial bajo la férrea batuta del general Jaruzelski. Durante el año y medio que estuvo vigente la ley marcial, la mayoría de los neones del país fueron apagados por las autoridades y las calles retornaron al gris sucio del estalinismo. La fiesta de la “neonización” había concluido.
Cuando en 1990 llegó la democracia bajo el efecto de la Perestroika al ganar Lech Walesa las elecciones, muchos de los neones que poblaron la ciudad fueron catalogados como un remanente de la oscura época comunista y fueron destruidos. Años después, despojados de su significado político, los neones vuelven a ser vistos como una muestra de electro-diseño, arte en plena ciudad y complemento arquitectónico que merece la pena ser conocido, valorado y protegido.
El Museo del Neón de Varsovia incluye en su colección algunos de los neones más importantes de la capital y otras ciudades de Polonia y, al mismo tiempo, ha lanzado una campaña para intentar preservar los que aún quedan en la ciudad bajo el nombre “Action Renovation”.
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