En primer lugar, este artículo es el primer episodio de un conjunto no muy largo de meras (no el pescado) reflexiones sobre tres series de televisión que a mi parecer transitan por similares asuntos existenciales y que, además, comparten un enfoque casi universal del sentido del humor occidental, porque el sentido del humor es en parte un hecho social, es decir, no hará la misma gracia (o ninguna) el chiste del perro “mistetas” en la China que en Botswana.
En segundo lugar, todo lo anteriormente dicho es mentira y en realidad este artículo trata sobre la farsa que supone llegar a los treinta (o haberlos sobrepasado) con aquella maleta que a los veinte iba cargada de sueños e ilusiones y ahora está casi vacía (excepto por un par de condones, una chocolatina toblerone y un cortaúñas).
En tercer lugar y último, si sigues leyendo esto tienes todo el derecho a indignarte por nada (es el deporte nacional, mal entendido como el derecho de los gilipollas a la réplica. Sí señoras, la réplica es de gilipollas, replicar no es lo mismo que criticar), pero ten presente querida lectora que esto es sólo una opinión (tan inútil como la tuya), ni tan profunda como para necesitar una bibliografía debajo del texto ni tan superficial como para subirla a “Instagram stories”.
¿Qué pasa con Friends (la comedia de situación americana)?
Eso me gustaría saber a mí, ¿Qué pasa con Friends? Yo os lo cuento, Friends es una comedia, a veces absurda, otras delirante, pero casi siempre muy fina e incluso certera, pero esto no es a lo que voy, ¿les ha pasado que, después de haber visionado las diez temporadas del shou (show) de un tirón maratoniano, tienen la sensación de que se han convertido en un personaje de la serie o en todos a la vez?
Tranquilícense, si el Quixote (Alonso Quijano o de Quijada o yo qué sé) creyose caballero por leer novelas de caballerías no es raro que alguien durante el visionado de algún capítulo se diga interiormente: ¡O my gad, soy Rachel!
Si la respuesta a la pregunta anterior es afirmativa, muy probablemente deambulen en una franja de edad determinada con las siguientes características: nacidos a finales de los setenta o durante los ochenta (principios de los noventa también vale, pero menos), puede que hayan estudiado en la universidad o puede que no, pero lo más probable es que lo hayan hecho (eso de estudiar es relativo); es muy probable que también hayan trabajado de “lo suyo” por sueldos míseros en diferentes “empresas” o no; es del todo plausible que hayan tenido varias relaciones sentimentales que hayan acabado en un estrepitoso fracaso, pero de las que han aprendido mucho, sobre todo han comprendido que el ser humano puede cometer el mismo error, ya no solo dos, ni tres, sino veinte veces, o no; es muy factible que estén en el paro, opositando, emprendiendo (otra farsa) o con un curro cojonudo haciendo coches, aviones, sillas, teléfonos para Uncle Sam y su New Deal; es harto posible que se hayan casado, tengan hijos e incluso mascota, o no; Es razonable que sean marxistas sin serlo, pero en realidad profundamente capitalistas; Es aconsejable que hayan salido del armario, e incluso algunos, han vuelto a entrar; la cuestión es (concreto, sintetizo, al grano) que pertenecemos a una generación tan diversa que se ha perdido entre tanta información banal y vacua y, además, se ha creído milongas como esas de “el sujeto es libre” y otras folletadas.
¿Qué tiene esto que les acabo de contar que ver con Friends (la serie)? Sencillo, si se reconocen en las categorías que les acabo de describir (sobre todo en la primera) contarán con los suficientes pelos en las partes íntimas como para poder identificarse con alguno de los personajes del show, es decir, han llegado a la «Farsa de los treinta».
¿Qué es eso de la farsa de los treinta? Rachel lo explica muy bien en el capítulo en el que cumple treinta años, y reproduzco aquí parte del diálogo de una de las escenas (hago la transcripción del capítulo doblado en español, pero por pereza. ¡Que sí, que sí, que he visto Friends en versión original y hasta con subtítulos en suajili! ¡Qué snobismo, qué pedantería!):
¿Qué le ocurre a Rachel y qué pasa después?
Rachel acaba cortando con Zach por la diferencia de edad porque se da cuenta de que en función de su plan, el chico no encaja en sus planes de futuro. Pero, lo más importante no es lo que pasa después, sino lo que le ocurre a Rachel. En función de ciertos convencionalismos sociales y unos cuantos factores más, se ha construido la gran Farsa de los treinta, de la que participamos todos, lo queramos o no. El personaje, el mismo día de su cumpleaños, compra el presupuesto neurótico de las necesidades vitales de la madurez (tener hijos y casarse son las más evidentes, pero hay otros), ni siquiera han sido construidas por nuestra generación, sino por generaciones anteriores.
¡He te aquí la coyuntura! Algunos individuos de esta generación se sienten oprimidos y explotados por dichos preceptos, otros no, y otros ni siquiera se lo han planteado. Rachel, siente la desazón y la presión por no reproducir el esquema familiar-social-cultural-sexual-formal-espinete (debe existir una palabra en alemán que pueda englobar todos estos conceptos en una sola palabra, incluido espinete) que marca y dispone Occidente (entendamos “Occidente” como las premisas burguesas puramente estadounidenses, porque negar el influjo y colonización cultural de estos modos de vivir en Europa durante más de cincuenta años es negar la realidad. Recuerden que Europa se construye gracias al capitalismo yanqui después de la Segunda Guerra mundial, Europa entera, sin excluir los países mediterráneos).
Si vemos Friends “a porta gayola” (no podía faltar la expresión taurina) nos reiremos, pasaremos un buen rato y a “otra cosa mariposa” (¡ojú!), pero si en lugar de desnudarnos nosotros al verla, la desnudamos nosotros, ya no compraremos sus tesis, y ahí es donde reside el peligro, normalizar algo que se nos da hecho sin someterlo a la más mínima crítica.
He puesto como ejemplo el personaje de Rachel porque,y aunque sea de manera tangencial, quiero, superficialmente, tratar Friends con algo de perspectiva de género. En próximos episodios se centrará la farsa en los personajes masculinos. Abordar el asunto de la farsa de los treinta en toda su dimensión, necesita de esta perspectiva, porque no es lo mismo ser un hombre (¿qué es eso?) que una mujer (¿qué?) cuando llega la ya mencionada gran estafa.
Rachel es mujer (bien lo demuestran su fisionomía y los pezones que se le marcan en la camiseta en varios capítulos). Mi pregunta es: ¿Por qué se reproduce el estereotipo de la mujer neurótica que quiere casarse y tener hijos en Friends? Porque es reconocible y es gracioso y, claro, Friends es una comedia. Esto pudiera ser peligroso pero no olvidemos que la comedia es de lo más extraordinario que hay, con ella modificamos y maleamos la realidad. La comedia es dúctil, flexible y tolerante (seguro que conocen a personas que de tan inflexibles, no saben ni reírse).
Antes de entrar en el terreno de la comedia, retomo la tesis del principio del párrafo anterior sobre la farsa de los treinta y la mujer. Es cierto, el reloj biológico en la mujer corre más rápido (tantas veces he escuchado esta mierda de lugar común que he acabado por creérmelo) y no desmentiré ninguna prueba de la ciencia que afirma que cuanto mayor se es, más difícil es concebir y más peligrosa puede ser la situación para el retoño. El asunto es que parece que se ha alcanzado bastante entendimiento y comprensión social, ya no hay tanto estigma en torno al derecho de ser mujer y no querer tener hijos y dedicar su vida a lo que “os salga del coño”, pero, a pesar de ello, en el inconsciente colectivo sigue reproduciéndose ese estereotipo y, está en el cine, en la tele, en la calle, en la cultura, la presión está ahí y es real, invisible pero cierta, lo cual colisiona permanentemente con el derecho de la mujer a hacer lo que “le salga del coño”. La farsa de los treinta para la mujer es mucho más amplia, pero este asunto daría para varios congresos y mesas redondas con especialistas en la materia que durasen entre una semana y el año 2102. Por ello, dejamos el tema para los congresos y para gente que sabe del tema.
Para acabar este artículo poniendo otro ejemplo de la farsa, me remitiré a otra escena de la serie, el treinta cumpleaños de Mónica. Para el que no haya visto el capítulo, aparece Mónica (con evidentes síntomas de estar muy beoda) en la fiesta de cumpleaños que le han organizado donde, además, de los padres y sus amigos, hay otra serie de invitados, todos vestidos de etiqueta. Mónica borrachísima procede a dar un discurso:
Para Mónica cumplir treinta años es ser una adulta ¿Por qué? Porque es cuando algunos suponen que es cuando se han agarrado bien las riendas de la vida, pero, ¿si no es así? Y Además, ¿Quién coge las riendas de su vida realmente?
La «Farsa de los treinta», tantos lugares comunes, tan real e invisible. Un apunte final, la farsa de los treinta no es exclusiva de cumplir treinta años, puede que tengas quince y te llegue, o te puedes topar con ella a los sesenta y cinco, en este artículo lo único que intento es acotarla a una generación concreta y a unos personajes y shows televisivos, por el simple hecho de que me tocan de cerca. Como decían al principio de cada capítulo de Expediente X, “la farsa está ahí fuera”, por lo que cualquiera puede sentirla. Seguirá en próximos episodios…
Para leer este artículo: la lectura debería ser algo ameno que no sólo se disfrute en soledad, por lo que os animo a que le leáis este texto a vuestras abuelas, gatos, jefes, que lo hagáis en la calle, en la oficina, en la playa, boca abajo, haciendo el pino en el gimnasio frente al espejo delante de la chica o chico que os gusta, en el baño mientras evacuáis, en el Serengueti o en Kuala Lumpur, siendo devorados por un tiburón blanco (la ilusión de mi vida) o siendo devorados por un tiburón blanco en el reencuentro de los primeros concursantes de Operación triunfo (bestial). Leedlo en voz alta, cuando veáis una palabrota pronunciadla bien alto si vais en el metro o autobús o persiguiendo el autobús de Hazte oír, ante todo lo anterior sólo puedo deciros que os respeto, pero me veo obligado a disentir.
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