Kike Maíllo (1975, Barcelona) estrena Toro en el Festival de Málaga de Cine Español al mismo tiempo que llega a salas de toda España. Atraídos por el cambio con respecto a su primera película Eva (2011), hemos preguntado a este director sobre este, su segundo largometraje, que producen ZircoZine y Apaches Entertainment.
Pregunta: ¿Qué podemos encontrar en Toro?
Kike Maíllo: Toro es un western posmoderno que nace al calor de una serie de noticias que asaltan los medios de comunicación y que tienen que ver con la corrupción. Una idea que me interesaba tratar en la película y que creo que resulta significativa es hasta dónde llega la cota de libertad personal, hasta qué punto podemos creer que nuestro destino está marcado, cuánto de libres somos para decidir lo que estamos haciendo. Es una película que habla de prisiones. La más obvia, también la más ligera, es de la que está saliendo Toro. Después hay otras prisiones más psicológicas, que son las que verdaderamente resultan importantes y te coartan la libertad. Esas tienen que ver con la pertenencia a un clan, por un lado, y con la pertenencia a una familia por otro. También hay otra, la más importante para mí, que es la del propio carácter. Uno puede correr todo lo que quiera, huir, pero no puede escapar de sí mismo. Uno de los brazos de Toro reza precisamente esa leyenda: «mi carácter es mi cárcel”. Yo creo que Toro, a lo largo de sus años encerrado acaba por darse cuenta de que todo lo que le pasa le viene dado por el carácter que tiene.
Este es tu segundo largometraje como director después de Eva, que era un drama de ciencia-ficción. Toro es un thriller criminal de acción. Dos películas de género, pero muy distintas entre sí. ¿Qué elementos te atraen de una historia para que decidas rodarla?
No lo sé muy bien. Creo que tanto en una película como en otra, sentí que me acercaba a géneros que me gusta ver en el cine, de los que soy usualmente espectador, siempre con la sensación de que podía aportar en ellos una visión o un estilo particular, sofisticado si se quiere, en relación seguramente con mi propia naturaleza. Empecé Toro con la intención de hacer una película radicalmente distinta a Eva respecto al ritmo. Ahora, cada vez que las veo, tengo claro que se parecen más de lo que yo pensaba. Veo Eva y Toro y siento que el personaje protagonista es el mismo. Son como el Doctor Jeckyll y Mister Hyde, personajes rebeldes que se sienten fuera de sitio en la sociedad, que no encajan, y son bastante violentos. Ambos tienen una idea de justicia que creen que no coincide con la idea de justicia imperante en la sociedad o en el ambiente en el que viven. Tanto el Alex Garel de Eva como Toro en esta película parten de eso, uno desde un ámbito científico y el otro desde la violencia. Los dos se dan cuenta de que no son dueños de su destino de la manera en que quisieran serlo, aunque luchen por serlo.
Algo que parecen tener en común tus películas es una cierta nostalgia por el cine de género añejo. ¿Cómo te planteaste el estilo visual de Toro?
Al estilo visual siempre llego a partir de conceptos teóricos, por así decirlo. Tanto en Eva como en Toro, creo que he llegado a estilizar en algún punto la película en sitios que tenía poco vistos o me parecían poco frecuentes. En ambos casos he intentado responder a preguntas que tenían que ver con el fondo de la narración. En mis dos películas hay cierto asepticismo. En Eva intento que haya una idea retrógrada del futuro, lo que se conoce como el retrofuturismo, el visitar el futuro apelando al pasado, con cierta nostalgia. En Toro me di cuenta, a mitad de camino de la escritura del guion, de que no quería hacer una película costumbrista. Lo más sencillo que me ofrecía la historia que escribía con Rafael Cobos y con Fernando Navarro era tirarnos a la piscina de lo callejero, de lo quinqui, de un cine que Alberto Rodríguez borda, ese que viene de un reconocimiento palpable de escenas que puedas ver en la calle. A mí no me ha llamado el cine para eso. Me desenvuelvo con más tranquilidad y más a gusto en películas que propongan un mundo, específico y único en la película, que se vive estando en la película y que no te puedes encontrar bajando al portal de tu casa. Creo que esa estilización me permite hablar en un orden un poco más teórico acerca de las temáticas en sí, como pasa en los westerns. El espacio es simbólico en mis películas. La Málaga de Toro no es la Málaga que conocemos, igual que la Santa Irene de Eva tampoco era un espacio reconocible en la realidad. Son espacios con sus propias reglas. Me interesa mucho eso, hablar de los órdenes morales de los personajes a partir de espacios que son más bien neutros. Quizás por eso existe esa asepsia en cuanto a la temporalidad, a la hora de disparar los colores o de hacer que los interiores sean extremos o de hacer esa cosa ballardiana de que el espacio arquitectónico se vaya transformando en espacio mental. Los interiores de esta película, que son muy deudores de James Turrell, cuanto más te acercas al final, más parece que sean las pesadillas proyectadas de Toro.
A pesar de la estilización toda esa abstracción impresionista de tiempo y espacios, la película tiene elementos muy ibéricos, desde el propio título.
Sí, cuando acabé Eva tenía muchas ganas de localizar. En Eva me inventé unos Pirineos y aquí quería que la película cogiese mucha más tierra, siempre desde esa estilización. Quise que todos esos símbolos tan dramáticos que hay a nuestro alrededor y que hacen flipar a cualquier turista, estuvieran muy presentes. Creo que cuando un extranjero viene a España ve cierto drama que nosotros, por costumbre, ya no vemos. Me interesaba recoger esa mirada limpia, es algo que también hace mucho Almodóvar. Tenía muchas ganas de hacer una película que, inequívocamente fuera española, pero que fuera también una mirada limpia sobre lo que todos los días nos encontramos.
¿Por qué elegiste a estos actores?
Mario Casas y Luis Tosar entran a ser los dos protagonistas antes de escribir la primera versión del guion. Fernando y yo nos habíamos enamorado de dos personajes, ese justiciero violento y ese truhán pícaro y arribista, y sin aún tener nada mucho más claro, Enrique López-Lavigne (productor de Apaches Entertainment) sugirió a Mario y a Luis. Todo el mundo me habla muy bien de Mario Casas, todo el mundo me decía que era muy trabajador. A mí había una cosa que me deslumbraba y era toda la parte física, que él domina tan bien y que esta película requería y, por otro lado, la proyección de héroe de alma pura que él desprende, es un tío que tiende a dar seguridad. A Luis Tosar queríamos ofrecerle un papel al que no estuviese acostumbrado, el de retraído, el frágil.
Con motivo del día del libro, estamos preguntando a varios entrevistados por sus libros favoritos. ¿Cuál es el tuyo?
De Shakespeare, por decir un clásico, elegiría Romeo y Julieta o Macbeth. Un clásico moderno, El Gran Gatsby. Y por supuesto, hablando del gran género actual que es el cómic, diría Blacksad: Alma Roja, o cualquiera de los cómics de Blacksad.
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