El último tomo de K-punk llega finalmente a librerías dos años después de que la editorial argentina Caja Negra comenzase a publicar, en español y de forma fragmentada, esta extensa recopilación de artículos que el teórico cultural Mark Fisher posteó en su blog a lo largo de más de 10 años.
Mientras que el primer tomo recopiló las primeras partes de este inabarcable libro dedicadas principalmente a literatura, cine y cultura popular y el segundo volumen estaba más focalizado en música y política, en este último tomo, los artículos de Fisher se alejan un poco de la crítica cultural para centrarse en el análisis político de nuestra época. Además del contenido del blog, este tercer volumen también incluye una serie de reveladoras entrevistas en las que el autor matiza, aclara y completa muchas de sus teorías e hipótesis.
Desde luego, ningún tomo de esta recopilación, especialmente esta tercera parte, funciona demasiado bien como puerta de entrada al pensamiento del autor (esa función la podrían cumplir mejor Los fantasmas de mi vida o Realismo Capitalista, ambos editados también por Caja Negra). Este recopilatorio responde más bien a las necesidades de aquellos seguidores de Fisher que quieran seguir profundizando en el pensamiento de este teórico tras haber devorado los tres únicos libros que llegó a publicar en vida. Algunos fragmentos de este último tomo de K-punk funcionan, además, como la contrapartida perfecta a lo que Fisher exponía en sus anteriores libros, como es el caso del prólogo de Comunismo Ácido. Si en Realismo Capitalista, su primer libro, Fisher definía y analizaba una problemática (el capitalismo como única vía concebible) y exponía las consecuencias que esto tenía en la población, en el prólogo de Comunismo Ácido, lo único que podemos leer de su inacabado último proyecto, encontramos posibles soluciones o vías para escapar de ese callejón sin salida.
Aunque el libro viene cargado de buen material, el protagonismo lo roba principalmente uno de sus artículos más controvertidos. Escapar del Castillo de los Vampiros es una dura arremetida a esa izquierda que, según el propio Fisher, actúa según el deseo del sacerdote de excomulgar y condenar, el deseo de académico pedante de ser el primero en detectar un error y el deseo de hipster de estar entre las personas más populares. Un post en el que Fisher hace también una matizada crítica a la cultura de la cancelación y reivindica poder debatir sobre las problemáticas de clase sin ser acusado por ello de estar discriminando a las minorías, a la vez que analiza cómo la propia izquierda impide que surjan portavoces o líderes de opinión, boicoteándolos desde el primer momento que comienzan a volverse populares.
Es el prólogo de Comunismo Ácido, sin embargo, el texto más estimulante de todo el tomo y probablemente uno de sus escritos más interesantes, pese a dejar un sabor amargo por no poder saber nunca cómo habrían cristalizado finalmente las ideas esbozadas. Este prólogo a un libro que jamás veremos plantea una reivindicación de los 60’, de la psicodelia y de esa contracultura que desmontó el gran relato del trabajo y que llevó por primera vez preguntas metafísicas al mainstream. Fisher invita a repensar lo que implicó esta década analizando el shock frente al futuro que generaban canciones como Sunny Afternoon de The Kinks, I’m only sleeping de Beatles y Lazy Sunday de Small Faces, música “genuinamente nueva” para la época que meses antes habría sido inimaginable.
Encontramos también en Comunismo Ácido una defensa de los psicodélicos, no por su carácter opiáceo (de hecho, en este mismo tomo hay un post en el que denuncia la apatía narcotizada que genera el consumo de marihuana), sino porque gracias a ellos se pueden alcanzar estados alterados capaces de proporcionar una percepción más lúcida de los sistemas de poder. La adaptación de Alicia en el País de las Maravillasde Jonathan Miller, en la que los personajes de Wonderland son más bien adultos apresurados y ansiosos que fantasiosos seres antropomorfos, se convierte en el ejemplo perfecto para ilustrar su defensa de la psicodelia. En esta adaptación, el mundo aparece como un sinsentido arbitrario y autoritario repleto de rituales, repeticiones y automatismos. Un mundo cargado de adultos desquiciados que atormentan a Alicia mientras la pobre niña se pregunta si acaso es eso convertirse en adulto. ¿Cómo de sólida es entonces la realidad de la que huyen los estados psicodélicos? ¿Cómo de cuerdo es nuestro País de las Maravillas?
Al margen de estos dos grandes artículos, el resto del tomo evidencia una vez más la genialidad de Fisher como analista de fenómenos contemporáneos. Nos encontramos, por ejemplo, con artículos en los que lanza una necesaria crítica a herramientas supuestamente inocentes como Powerpoint o posts donde reflexiona sobre el fugaz boom de los periódicos gratuitos que empapelaban las ciudades hace unos años o sobre si debería existir libertad de expresión dentro de su propio blog. Una verdadera lástima no seguir contando con su afilada mirada y su espíritu crítico.
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