Más que una película de autor, Quién lo impide parece una película de autores. Su director, Jonás Trueba, ha guiado durante cinco años a unos jóvenes que se convierten en el alma de una cinta que arriesga mucho al presentarse en las salas de cine. La película narra historias de adolescentes y permite al espectador penetrar en la complejidad de su mundo, a veces como si estuviera en él. Cuenta con actores no profesionales, que se representan a sí mismos en historias reales o ficticias, que se emplean con naturalidad sea con los códigos de la ficción, el documental o el docudrama. Es una película río, sin una trama argumental definida, como la vida de los adolescentes, y llama la atención su duración: 220 minutos. Más de tres horas y media de cine (con dos intermedios de cinco minutos) que convierten en incógnita su camino por las salas. Pero ellos defienden que en el fondo es una película sencilla y la duración es exactamente la que necesitaba. El director Jonás Trueba tiene casi cuarenta años y había narrado la historia de su propia generación con películas como Los exiliados románticos (2015), La reconquista (2016) o La virgen de Agosto (2019). Candela Recio está, como el resto de sus compañeros, en la veintena, aunque todos ellos empezaron a filmar Quién lo impide cuando tenían en torno a quince años. Ambos hablan con SidesOut sobre esta apuesta de riesgo, lo que ya la convierte, por temática y estructura y guste más o menos al publico, en un vendaval de aire fresco en el paisaje del cine español.
El director Jonás Trueba y la actriz Candela Recio.
¿Por qué una propuesta tan a contracorriente, no sólo por la duración, sino también por la hibridación de géneros y actores que no son profesionales?
Candela Recio (C.R.) Entiendo que se diga que es a contracorriente y que no es lo común ahora, pero también creo que es lo que pide este ahora… no me parece que surja luchando contra nada, sino que es un poco el resultado de estos últimos años. Para mí, la película es una necesidad, algo que necesita este momento vital
Jonás Trueba (J.T.) Yo también lo veo así. A veces lo que puede parecer que sea a contracorriente es también una paradoja en el sentido de que en realidad hemos hecho una película bastante sencilla. Es lo que sentíamos que tocaba, como dice Candela. Pero es verdad que en general todo tiende, desde un tiempo cada más lejano, a pelis más producto y producto cada vez más manipulado, falseado, posproducido, sobredimensionado, sobrehormonado… esta es mi percepción de espectador. Al final acabamos haciendo una película en realidad muy natural que de pronto para mucha gente genera una bofetada de realidad, que es a contracorriente en el sentido de que la corriente es otra cosa.
¿Y los distribuidores que te dicen cuando llegas con esta propuesta?
J.T. Tenemos la suerte de tener distribuidor maravilloso , es nuestra apuesta. Yo lo tenía claro. Supongo que intuí que no cualquier distribuidor iba a querer esta película y fui a llamar al que más admiro en este país, que es Ramiro Ledo, que lleva Atalante y que antes llevaba Numax. Veo las cosas que hace y me encantan, que se atreve a distribuir películas que solo distribuyen ellos, como la peli de Cristi Puiu, Malmkrog, que habrá llegado a mil espectadores, o Lo que arde. Pensé que esta película era para él y el no ha tenido ninguna duda. No le ha supuesto ningún problema la duración de la película.
¿No es esta duración el principal problema para atraer a la gente a las salas?
C. R. Probablemente es verdad que hay que pasar por encima de eso para ir a verla. Es lo primero que escuchas. Pero en mi cabeza ya no está decir lo que dura porque para mí ya ni es lo importante, pero es verdad que cuando lo mencionas hay un momento en que la gente se encoge.
Un momento del rodaje, con Jonás Trueba a la cámara y Pablo Hoyos al micrófono.
Sin embargo, la película busca una fluidez y ha conseguido que el espectador entre en escenas que tampoco cuentan una trama espectacular y en los pases que ha habido nadie se sale.
J.T. Eso esta guay, porque esa era la idea, que mantenga el latido fuerte, que esté viva. No es una película de tramas ni de argumentos, o sea, que tampoco se sostiene por ahí. Se sostiene por una suma de momentos vivos que van generando interés o renovándolo. Incluso me parece bonito que haya espectadores que entren bien en la película, luego se desenganchen un poco, luego reconecten. Entiendo que puede pasar esto y digo que tampoco es tan grave. Yo estoy intentando cambiar el chip porque me he sentido culpable pensando que la peli iba a durar esto. Pero luego me he preguntado por qué, cuando la gente ve series mucho mas largas; cuando yo he disfrutado muchas películas largas como espectador; cuando yo estoy en contra de la velocidad y de la brevedad, del entretenimiento per se y constante por qué sí. No me siento culpable porque también es importante pedirle cosas a la gente, hay que confiar en la gente. Estamos proponiendo una experiencia muy intensa
C. R. . No es tan habitual tener esta experiencia. Se genera una especie de compromiso cuando uno se dice «yo decido estar aquí» y es una decisión fuerte. Lo que te devuelve la película no es a lo que estás acostumbrado. Esta te permite conectar con otras cosas que están en ti.
J.T. Y aunque sea muy raro decirlo, uno de mis momentos favoritos son los intermedios. Definen muy bien la película. Dan un tiempo al espectador para que vaya al baño o piense en lo que está viendo o desconecte y mire el móvil. Hay una cosa de decirle al espectador «te tengo en cuenta, paramos aquí». Al final la peli está muy viva y muy planteada para el espectador. No dura este tiempo porque nos da igual todo; dura esto porque consideramos que merece la pena.
Y yendo al título de la película Quién lo impide ¿Hay un tapón para que una generación entera mo salga adelante?
C. R. SÍ, siento que es algo que en mi generación ha estado muy presente, que hay algo que todo te lo impide. No sé si otras generaciones lo habrán sentido igual, pero yo lo hablo mucho, esto de tener siete años cuando la crisis del 2008, el momento en el que estás en el colegio y en el que supuestamente te tienen que decir que vivas, que aprendas todo. Pero no te están diciendo eso, te están diciendo que ya no vas a tener trabajo de mayor, que ya vas a tener que estar compitiendo, que todo te lo va a impedir porque has vivido un momento en el que mucha gente se ha excedido y a ti te toca limitarte. Y eso es lo que vamos arrastrado en nuestra conciencia toda nuestra infancia. Lo siento así en mucha gente de mi edad. Somos personas contenidas por eso. Y esto es un poco decir «bueno, ya está». Nos lo impide todo y a la vez nos ponemos a hacer esta película porque nos importa contar cosas.
Y de repente estalla una pandemia
J.T. Y otra vez te lo impide.
C. R. Otra vez. Sientes que lo estás consiguiendo y estas hablando. Ya la política puede empezar a ser tuya y que te lo impidan menos y de repente una pandemia y a tu casa.
¿La pandemia es la que pone el fin a esta película que va narrando las historias de estos chicos hasta que llega el encierro y la pantalla se muestra dividida en Zoom?
J.T.. Nos da una hostia de realidad. Se ha hablado mucho de qué significa, pero no significa nada, la naturaleza no dice nada, en realidad es conservadora por sí misma. No mira por nadie. Hay que cuidarla, claro, pero es brutal. Aquí estamos nosotros haciendo una película igual que otros otras cosas y nos ha venido a dar una hostia de realidad y está bien que eso la película lo acepte y lo asuma. Es una elipsis brutal.
Candela, ¿cómo te ves en esta evolución de esos cinco años en los que tu personaje o tú misma cambia mucho?
C. R. Para mí es raro porque me reconozco todo el rato. Son años en los que pasa todo muy deprisa y yo reconozco a esa Candela de quince años que quiere hacer las cosas pero que tiene miedo a hacerlas porque quizá no tiene un espacio. Veo a esa Candela que tiene 17 años ya y que lleva dos años encontrando su hueco y eso le ha hecho tener más fuerza para decir las cosas. En realidad tiene sentido, la veo y me reconozco todo el rato. Es fuerte, pero hoy la persona que está hablando es así por todo lo que le ha pasado a esta que ves.
J.T. A veces me decías «uf, esa ya no soy yo».
Una secuencia de «Quién lo impide'»
¿A tus compañeros les pasaba lo mismo?
C. R. Sí. Hay una ingenuidad muy bonita. Alguien que tiene una fuerza pero no lo sabe todavía.
¿Sigues estudiando cine?
C. R Estudio interpretación y psicología
¿Y tienes alguna idea del cine que quieres hacer o tienes algún referente?
C. R. Después de esto, claro, me gustaría dedicarme a hacer el proyecto que me apetezca a tomar los años que me apetezcan. Sé que esto no va a ocurrir, pero sería maravilloso. No tengo tan claro cómo hacerlo en el cine, quizá lo tengo más claro en el teatro, pero sí me apetece contar cosas. Hay algo de la sencillez en el cine y que a la vez no lo es. Hay por ejemplo algo que pasa en el cine de Koreeda que comprendo todo el rato. Como comprendo la importancia de la delicadeza y yo quiero eso de alguna manera. Con Kaurismaki también me pasa. Me gustan mucho esos personajes a los que nos les pasa nada y les pasa todo.
¿Algo como en «Quien lo impide»?
C. R. En realidad, sí.
Jonás, ¿por qué te has ido a esta generación después de que tu cine haya conectado bien con la gente de tu propia generación?
J.T. Ha sido un poco un azar. Aunque me gustaba la idea de cine con jóvenes. Me acuerdo de los primeros guiones que escribía de adolescente, que iban, claro, de adolescentes, pero esos no los pude hacer, salvo cortos y chorradas con mis amigos. Recuerdo guiones abandonados de largos que ya escribía y cuando empiezo a dirigir mis películas ya lo hago hablando de personajes de mi edad. De pronto, el azar hace que me cruce con ellos en La reconquista (película de 2016 en la que aparecen Candela Recio y Pablo Hoyos).
¿Fue a través de un casting?
J. T. Yo conozco a Candela de una obra de teatro cuando ella tenía doce años. Era una obra de La Tristura, que eran amigos e Itsaso Solana forma parte de este grupo y hay una conexión entre las dos. Cuando pensaba en La reconquista me planteé que podía meter personajes adolescentes y me acordé de Candela. A ella no le hice pruebas.
Luego se incorpora Pablo Hoyos…
J. T. El sí llega por un casting. Nos encantó por su timidez. Llegó de casualidad, no se iba a presentar, pero su amigo extrovertido sí, le convenció para que le acompañase y estaba ahí encogido. Eso nos conquistó.
Los protagonistas, en una videoconferencia incluida en la película.
¿A partir de ahí empieza a funcionar todo el proyecto?
J. T. Se da con naturalidad en ese momento. Yo he filmado siempre a mis amigos. Las pelis están hechas con actores que son de mi edad y mis amigos. De pronto se genera una amistad con una chica y un chico que tienen 14 años; con lo cual yo pienso que esta es una peli de amigos más jóvenes. Ellos me han permitido hacer ese salto hacia los jóvenes, pero no porque yo me levante un día y diga «venga voy a buscar jóvenes». Eso no hubiera servido. He necesitado tener a unos jóvenes muy concretos con los que me he sentido seguro y que me ha apetecido seguir filmando, filmando y filmando.
¿Cuándo empiezas el proyecto sabes adónde vas a llegar?
J. T. Quizá intuíamos esta posibilidad, hablábamos de una peli de relatos.
C. R.. Muchas de las conversaciones que hemos tenido a mitad del proceso sobre lo que podía ser, luego están en el montaje final. Esta cosa de narradores y de personajes que se abren a otros.
J. T. La película es bastante fiel a lo vivido durante el proceso de rodaje. Luego siempre hay intuiciones y anhelos y la película se parece a lo que tú intuyes y que te apetece ver como espectador. Siempre aspiras a una peli libre y al final ellos tienen mucha vida y tonto serías si no te agarras a ellos.
¿Intentabas que fueran representativos de su generación?
J. T. No nace con una vocación sociológica, ni siquiera de decir vamos a retratar a unos jóvenes como tal colectivo o sobre este conflicto. Esta peli funciona de otra manera. No nace por ahí. Las pelis de jóvenes son siempre sobre colectivos concretos o problemas concretos y a mí no me apetecía nada concreto. Al final los chicos se muestran un poco por una afinidad que se va creando de manera intuitiva. Yo no me cerraba en banda. Hay cosas que si se te cierran. Tú puedes mandar a cien institutos una carta y al final acabas en los que te contestan y te abren la puerta y eso de nuevo es azar. Casi siempre hay un profesor o una profesora detrás que te abre una puerta y eso a su vez te abre otra con otros jóvenes.
Cándela, ¿Tú te sientes que con esta peli te obliguen a mostrarte como representante de una generación
C. R. De alguna manera sí entiendo que se vea como un relato de una generación, pero francamente no puedo representar a toda una generación, ni yo ni ninguno de los que estamos ahí. Representamos lo que conocemos.
J. T. Es una lectura peligrosa y de hecho es un problema que vamos a tener. Basta que unos digan que es una película generacional que representa a los jóvenes, paro que uno diga «oye, a mí no me presenta». Y tendrá razón.
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