Llega una pareja que podría dar aún más que hablar. Aparece en la película Yo, mi mujer y mi mujer muerta, que el director Santi Amodeo ha presentado el Festival de Málaga, y la forman Ingrid García-Jonsson y Carlos Areces. Ambos interpretan a un par de buscavidas que en Marbella dan cobertura a las pesquisas del protagonista interpretado por Óscar Martínez, que llega a la Costa del Sol desde Buenos Aires en busca de la memoria de su mujer recién fallecida. García-Jonsson (Skellefteå, Suecia, 1990) sigue en racha con su prolífica carrera y ha llegado con varios trabajos a este certamen, mientras Carlos Areces (Madrid, 1976) da otra vuelta de tuerca a su ya demostrada versatilidad. Química dentro de la pantalla y química fuera de ella. Y un sentido del humor muy serio, al menos, a veces.
Llama la atención la química mostrada entre los dos en la película. ¿Habíais trabajado juntos?
Carlos Areces: No sé si habíamos coincidido antes en algún festival. Recuerdo haberte saludado, Ingrid.
¿No pensáis en convertiros en una pareja de cine tipo Spencer Tracy y Katherine Hepburn?
C.A: Lo estamos estudiando.
Ingrid García-Jonsson: Es para un spin-off de esta película.
C.A.: Sí, esta película pide un spin-off a gritos y está claro que la pareja protagonista somos Ingrid y yo.
En la película los personajes desaparecen sin despedirse y dejan al protagonista completar la historia. ¿No os quedan ganas de más?
C.A.: Santi ideó una secuencia en la que él no confió nunca, en la que yo estoy en la casa que se queda el personaje de Óscar y se la voy enseñando. En la primera versión del guion había una fiesta.
I.G.-J.: Era una fiesta del cumpleaños de mis hijos. Pero luego han decidido que no fuera así.
C.A.: De hecho, ni siquiera se rodó.
I.G.-J.:Tiene sentido porque los personajes entran y salen de la vida de la gente. Se están buscando la vida y probablemente él no ha conseguido sacar adelante su proyecto y yo necesito dinero para mantener a mis hijos y hay que seguir trabajando.
C.A.: Buscando esa naturalidad tiene sentido que desaparezcamos sin un momento épico. Aunque sí que es verdad que yo, como espectador o como actor que he interpretado al personaje y que ahora no puedo separarlo, me da pena que no haya una secuencia que indique que esos personajes siguen en contacto. Y hubiera sido una sesión de rodaje más.
I.G.-J.: Eso nos hubiera venido muy bien. También es porque los personajes caen bien y se conecta con ellos bien.
El toque de comedia es bastante contenido…
C.A.: Sí, cosa que agradezco. A mí me suelen llamar para comedias y la directriz habitual a la que me suelo enfrentar es “súbelo más”. Y tampoco voy a engañar, creo que sobreactuar es un arte, no todo el mundo sabe hacerlo y yo disfruto haciendo eso. A mí Jim Carrey me parece un muy buen actor y actores españoles como Javier Cámara o Carmen Machi saben dar un registro natural, pero también saben sobreactuar muy bien, no están postizos en ninguna de las dos. Pero yo no tengo muchas oportunidades de trabajar en un registro más bajo y para mí ha sido muy de agradecer. Me gusta trabajar en otro tono con Óscar al lado, que es una referencia absoluta y que cualquier cosa que dice la transforma en verdad, como toda esa gran cantera de actores argentinos. Poder acercarme a su tono es una cosa por la que estaré eternamente agradecido a Santi. Tú (a Ingrid García-Jonsson) sí que has tenido más acceso a otros registros.
I.G.-J.: Yo estoy acostumbrada a hacer eso. Es otro código y otro género. A mí es lo que me interesa de la actuación, poder trabajar en diferentes códigos y entender lo que quiere el director para la película y, dentro de esa normativa, darle verdad a lo que estás haciendo. Si solo trabajas en una cosa, al final acabas por aprender eso muy bien, pero generando trucos y acomodándote. Si uno quiere crecer, cuanto más variados sean los papales, mejor. La zona de confort es una mierda, salir de ella es una mierda más grande, pero peor es el anquilosamiento, que al final te acaba matando.
C.A.: Al final acabas con tics que te salen de forma inconsciente y eso tampoco es apetecible. Yo he tenido la suerte de actuar para otros directores, como Borja Cobeaga, con el que he trabajado dos veces y le gusta que todo vaya en un tono más moderado.
¿Cómo son y qué pretenden vuestros personajes en la película?
C.A.: Mi personaje es evidente, necesita la ayuda de Óscar, que interpreta a un reputadísimo arquitecto, para tratar de vender un proyecto, porque su empresa se viene abajo. Eso lo dice a las claras. Va tirando de su dinero, pero al final es un tipo tan llano que cae bien como personaje. Las cosas positivas superan ese punto de rémora que tiene.
I.G.-J.: Amalia es una buscavidas, una madre que vive en Marbella y que tiene que hacer lo que sea para sacar a sus hijos adelante y para seguir viviendo. Marbella, en concreto, es un lugar donde esto se puede dar, hay mucha gente que tiene microtrabajos y sale adelante. Ella quiere la pasta, la comisión que se va a llevar, pero luego tiene muy buen corazón y acaba implicándose en el viaje que tiene el personaje de Óscar. También está esa cosa de un lugar en el que el éxito es tan evidente, con sus yates y su lujo, y luego los currantes acaban siendo muy buenos compañeros y haciendo piña. Esto une a los tres personajes de la película.
Ya eres una experta del Festival de Málaga. Todos los años llegas con uno o varios proyectos.
C.A.: ¡Qué pesada ya! (Risas).
I.G.-J.: Este año presento dos pelis, una serie y estoy en un cortometraje. Cada película que hago viene a Málaga. No quiero que la gente piense que estoy trabajando mucho porque no es verdad. Estoy muy contenta de venir, es un buen sitio para hacer memoria del año anterior. Es un festival en el que el público es muy importante. Hay otros que quizá están más enfocados a la prensa y a la crítica y aquí no se olvida que lo importante es el público. Por eso es muy buen lugar para probar las películas y saber cómo van a funcionar en taquilla, que al final es la meta.
C.A.: Hay pocos festivales en España que tengan la misma repercusión a nivel popular que el de Málaga.
I.G.-J.: Está muy bien. Larga vida al festival, que son 22 años ya, pues que sean otros 22, como poco, y estaría genial venir todos.
¿Por qué no quieres que la gente piense que estás trabajando mucho?
I.G.-J.: A ver, quiero decir que no dejen de llamarme.
C.A.: Esta se va a subir a la parra.
I.G.-J.: Que este año tengo la agenda completamente disponible para el que me necesite. (Risas)
¿Carlos, cómo llevas tu faceta musical? (él forma parte del inclasificable dúo Ojete Calor)
C.A.: Ahí está.
¿Te sientes mocatriz como dice vuestra canción?
I.G.-J.: Él no sé, pero yo sí. El otro día me preguntaron y lo dije, quiero dejar la interpretación, ser mocatriz y ser feliz.
C.A.: Por supuesto. La mocatriz tiene una paradoja fascinante y es que suele ser un perfil de persona que no hace nada, pero ahí sigue. O sea, que cuidado con las mocatrices y los mocatores, aunque mocatriz suena mejor.
¿En tú caso cómo compatibilizas todo?
C.A.: A ver, básicamente mi carrera es la de actor y en los huecos que me va dejando hago otras cosas, dibujar y componer canciones.
TOP 5 Ingrid García-Jonsson Una película: Dans la Foret (Bosque adentro), de Gilles Marchand Un libro: Memorias de abajo, de Leonora Carrington Una canción: Mocatriz, de Ojete Calor Un lugar: Muro da Urca en Río de Janeiro Un sueño: Levantarme un día y estar en buena forma física y no ser miope.
Carlos Areces Una película: Relatos Salvajes, de Damián Szifron Un libro: La fascinante vida de los cadáveres, de Mary Roach Una canción. I will wait for you, en la versión de Connie Francis Un lugar: San Sebastián Un sueño: No volver a ser presidente de la comunidad de vecinos en la vida.
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