Icíar Bollaín (Madrid, 1967) no se ha arredrado en su nueva película y ha tocado uno de los temas más complejos y violentos de la historia política de España en las últimas décadas: el terrorismo de ETA y sus consecuencias. Para ello, ha narrado la historia de Maixabel Lasa, la viuda del político socialista Juan María Jáuregui asesinado por ETA en el año 2000. Once años después, uno de los asesinos de su marido pidió reunirse con ella dentro de aquel proceso de conversaciones cara a cara entre verdugos y víctimas que tanta polémica trajo. Para narrar esta historia, la directora madrileña ha contado con Blanca Portillo como la viuda del político vasco y Luis Tosar en el papel de Ibon Etxezarreta, uno de los etarras que lo mataron y que interviene en las conversaciones. Bollaín ha presentado su película, titulada precisamente Maixabel, en el Festival de Cine San Sebastián y la estrena ahora en cines en toda España.
¿Cómo se ha recibido en San Sebastián una película sobre un tema tan duro que sucedió precisamente en Euskadi?
La verdad es que ha funcionado muy bien. Es el lugar donde ocurrió, hablando de gente real más allá de la película y la recepción fue fantástica más allá de la prensa. Fue muy bonito en el pase ver cómo muchos vascos se acercaban a decirnos «qué importante es hablar de esto para nosotros», «qué importante es sacar este tema así, sacarlo ahora». Me emocionó un montón.
¿Qué tono has querido dar a la película, buscabas algo didáctico o más bien testimonial?
No, es un tono austero. Era intentar contar esas historias con toda la emoción que contienen. La historia es muy emocionante y muy potente, pero necesitaba austeridad, sin recrearse ni regodearse en el dolor. Lo que he narrado está ahí y que el espectador mismo se vaya encontrando con ello. ¿Didáctico? tampoco, había que contar muchas cosas, de dónde venimos, todo el conflicto que hay detrás. Está bien hilado. Isa Campo (coguionista de la película junto a la propia Bollaín) hace un buen trabajo, sobre todo, en una estructura muy potente para encontrar las escenas que con muy poquito contaban mucho.
¿Cómo abordas a cada uno de los dos personajes? ¿Cómo crees que vivieron su experiencia en la vida real?
Es básicamente lo que cuenta la película, es mejor verla para entenderlo. Maixabel llegó a esos encuentros con mucha serenidad, es una mujer que ha hecho un proceso y no tiene odio; ha hecho un duelo en el cual el odio no tiene lugar. Obviamente iba nerviosa, quería saber por qué mataron a su marido y quería hacerle saber el dolor que le había causado y darle esa segunda oportunidad, no tanto perdonar. Y por el lado de ellos, llegan a esos encuentros después de un proceso muy largo de autocrítica, de reconocimiento del daño causado y de culpabilizarse de lo que han hecho, dejar de justificarlo en nombre de una ideología y de una organización, y asumir la responsabilidad. Por lo que nos cuentan y tratamos de contar en la película también llegan con una enorme vergüenza e intentan dentro de lo irreparable reparar algo en esa conversación.
¿Crees que ha pasado tiempo para tratar estas cuestiones con más calma y evitar las polémicas de años atrás que afectaron tanto a trabajos cinematográficos, como por ejemplo le ocurrió a Julio Medem con La Pelota Vasca?
Hay un poquito más de distancia. Hay un mensaje que es lo que dicen ellos, que es completamente deslegitimador de la violencia, es demoledor. Ese discurso hace unos años hubiera estado más tapado por la idea de humanizar a estos etarras. Ahora espero que se pueda escuchar un poco más porque vale la pena. No puede haber discurso más brutal contra la violencia de ETA y lo que supuso. La recepción en el País Vasco ha sido positiva, solamente por eso, esto había que oírlo; oírlos decir que lo que hicieron estuvo mal.
¿Y cuándo llegue a las pantallas de toda España ocurrirá lo mismo?
Hemos hecho proyecciones pequeñas en distintos lugares. Más allá de lo que está contando, hay algo muy universal. La capacidad, viniendo de dos extremos tan opuestos, de sentarse a hablar tiene algo muy positivo, muy inspirador. Hay infinitos lugares en el mundo donde hay violencia y en algunos de ellos están intentando establecer encuentros, como en Colombia. Más allá de lo nuestro, tiene una dimensión universal, que donde ha habido violencia puedan encontrase, por supuesto pasando por el proceso que pasan ellos del reconocimiento que han hecho e intentar restaurar algo.
Blanca Portillo y Luis Tosar en una escena de la pelicula.
¿Te ha costado mucho al abordar este tema cambiar de registro respecto a anteriores películas tuyas?
Vengo de La boda de Rosa que no tiene nada que ver. No es cambiar de registro porque todas las películas las hago con la intención de que salgan bien, pero esta es un tema tan doloroso que sí que la he hecho con mucho cuidado y no caer en tantas trampas como podía haber caído.
¿Cuando miras hacia atrás Hasta aquel Hola, ¿estás sola? qué ves?
Yo es que no miro para atrás. Cuando veo Hola, ¿estás sola? (su primer largometraje estrenado en 1995) me troncho. ¿Esto lo he escrito yo? me digo «qué graciosas estas dos chavalas». Pero me gusta más mirar hacia delante.
¿Y hacia adelante por dónde vas a ir en tus próximos trabajos?
Voy siempre a golpe de proyectos Sigo la intuición, me pregunto «¿este tema vale la pena hacerlo?» Voy así, a golpe de lo que intuyo que puede tener sentido en cada momento.
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