De todos es sabido que La Rioja es la Andalucía del norte. Lo dejó escrito Vicente Espinel a principios del siglo XVII en Vida de Marcos de Obregón y seguimos tal cual. Lo que pocos saben, sin embargo, es que Málaga es La Rioja del sur; esto está por extenderse. Sirva de muestra el estreno de la película Los europeos en la 23ª edición del festival de cine malaguita, con Azcona-Sánchez-Lacalle como delantera riojana a la cabeza literaria del filme. Rafael es el autor de la novela que, con mismo título, dio origen al guion, firmado por Bernardo y que la editorial logroñesa que dirige Julián, Pepitas de calabaza, publicó el pasado 2019. Le pregunto al editor, para meter cizaña, por qué lo invitaron a él y no a los otros dos anteriores editores del libro. “Porque están muertos”, responde la mar de azconiano y con la boca llena, mientras desayuna delante del cine Albéniz. A Bernardo, el guionista, le pregunto en el vermú en qué medida escribe pensando en el modo en que lo hacía Rafael y me señala algunas claves que Azcona siempre tenía presentes y que él mantiene: “Saber hacia dónde voy con el guion. Cómo alcanzar el final, aunque en este caso el final viniera dado por la novela. Saber que cada paso que se da, ha de cambiar las cosas, que las cosas han de progresar, evitando la grasa sobrante… Que haya un momento en que se vea la caída, que se vea la trampa en la que están los personajes y que no haya maniqueísmos”. Continúa Bernardo: “Rafael era un asceta, según palabras de Berlanga. Lo limpiaba todo, como decía Saura. Y como buen hijo de sastre, seguía un patrón donde todo encajaba y no sobraban costuras”. A la segunda caña de cerveza le pregunto en qué se distingue su propia escritura de la de Azcona: “Muy fácil. Rafael es parte de mi realidad, pero para Rafael la realidad era otra. Él tomaba apuntes del natural. Para mí son apuntes de Rafael, lo natural es Rafael. Él es un filtro que forma parte de mí y de mi estructura mental. Él es un depósito que yo intento administrar. Está todo en él. Me limito a gestionarlo”. Rafael Azcona solía iniciar sus proyectos almorzando con gentes del equipo para los que y con los que trabajaba. Debe de haber alguna reminiscencia de una inaugural manera de proceder del chavalote que “jugaba” en Logroño a escribir películas mientras merendaba con sus amigos: “Rafael solía quedarse a un lado, preparando esa merienda, escuchando. Había una frase que uno de aquellos amigos decía: `Esto va tomando incremento´. Y eso se le quedó grabado: esa política del incremento. Cómo el guion crece y tiene que ser gradual. Todos los ingredientes conformando el plato, la ensalada. En aquellas reuniones era el único que escuchaba, él no escribía. Y luego solo él acabó trabajando en la industria del cine. Su posterior método nace de ahí, de una conversación con amigos y de combinar ingredientes”. Convertido ya en profesional, el autor riojano guardaba algo de aquella primigenia manera de abordar el guion: “Rafael hablaba y hablaba con el director, con los otros guionistas, sin papeles. Pero luego se iba a casa y esa misma tarde, después de comer, o a la mañana siguiente lo más tardar, lo escribía. Pasaba a limpio lo que la memoria había fijado. Y no le gustaba nada revisar aquellas primeras versiones. “Haced lo que queráis con esto —solía decir— yo no reescribo”. A veces le costó algún disgusto, en alguna película, pero él procuraba no volver sobre el texto. En realidad, era un maravilloso coguionista. Excepto unos pocos, la mayoría de sus textos están firmados por los compañeros. Él sabía que el suyo no era último. Después estaba el guion del director y después el del montaje. Ese sí es el último guion”.
Fotograma Los Europeos
—¿Has quedado a comer con otra gente, como hacía él, para pensar el guion?
—Con ellos dos —responde mientras señala al director, Víctor García León, y al productor, Jaime Gona, a quienes tenemos delante comiendo boquerones y ensaladilla rusa—Trabajamos durante cuatro años con proyectos que no nos terminaban de convencer y un día, en casa de Víctor, pasé por delante de su librería y vi la edición de Pepitas de Los europeos. “Vamos a hacer esto”, les dije. Algo que ya quiso hacer Berlanga en su tiempo. “Vamos a intentarlo”. Era 2016.
Apurando los últimos bocados del vermú en este raro y también milagroso agosto de 2020, le pregunto a Bernardo en qué se distingue el Azcona novelista del guionista: “Rafael es un escritor, es novelista antes que guionista. Pero el cine lo atrapa, es una trampa más, azconiana. Y un modus vivendi. Después entra y sale de la novela al cine. Por ejemplo, cuando reescribe El pisito o El cochecito es ya un espectador de su propia película. Hizo las novelas como tales, sin ser guionista. Después las adaptó para el cine convirtiéndolas en guion. Y cuando hubo de rescribir las novelas para su reedición es evidente que lo hizo marcado por las películas, e incluyó en la novela secuencias que no estaban en la versión original de la novela».
¿Cómo se escribe desde una película a una novela? ¿Y cómo desde una película al teatro? ¿Y de la novela al teatro? ¿Y de la novela a la película? En todos estos berenjenales se metió Azcona y se mete Bernardo Sánchez. Cuando el discípulo adaptó para el teatro El pisito, el maestro le aconsejó que no partiera de la película sino de la novela. Para adaptar a teatro El verdugo, sin siquiera leer el guion, partió de la propia película: “Partí en realidad de la emisión en el programa La clave de El verdugo. Berlanga ya era muy teatral de por sí, era un arquitecto. Eso lo facilitaba”.
—¿En qué se distinguen la escritura para teatro de la escritura para cine? —le pregunto, apurando la cerveza.
—El teatro es espacio. Para mí el espacio es el tema. Mientras que el cine es tiempo.
Para terminar de explicar la condición de escritor de Rafael podemos remitirnos a la única condición que, según su editor, ponía para reeditar sus obras: poder reescribirlas. “Joder, es que han pasado cuarenta años. He aprendido a escribir”—decía con su habitual gracia llena juicio.
—¿Hay mucho más que publicar de Azcona? —le pregunto a Julián Lacalle.
—Queremos rescatar su obra completa. Publicar un libro por año.
—¿Para tener todo Azcona en el sello?
—Y para que esté disponible.
—Alguna de esas obras tendrá que rescribirlas ahora Bernardo —bromeo.
Fotograma Los Europeos
Pepitas ha publicado varios títulos del añorado guionista riojano. Comenzaron con Memorias de un señor bajito (2011), continuaron con el laborioso trabajo de reunir en tres volúmenes (2012, 2014, 2017) toda su obra alistada en la revista La codorniz, a lo que sumaron el rescate y reunión de las piezas dispersas en diversas revistas que seleccionó Santiago Aguilar: Viaje a una sala de fiestas (2018). El año pasado comenzaron con las novelas: Los europeos para empezar. El editor me cuenta que podrían haber sacado primero Pobre, paralítico y muerto, pero con la cosa de la película tenía sentido publicar antes Los europeos. Aunque no es obligatorio que la película ayude al libro, a veces es contraproducente, aunque suene ridículo. En breve llegará Pobre, paralítico y muerto, la que fuera el germen de un peliculón: El cochecito. Y todo ello a pesar de que, como dice Lacalle, “la obra de Azcona no vende. No interesa. Es parte de una cultura española que suena a muy viejo”. Arriesgo las barbas diciéndole que quizá tenga sentido, es decir, que su mundo quizá se haya quedado, efectivamente, viejo. Y le pregunto si publicaría esas obras de no ser Rafael el autor: “Yo no lo publico porque sea Azcona. A mí me gusta, me gusta mucho. De hecho, creo que uno de los inconvenientes es que fuera guionista. Porque aquí a la gente se la encasilla. No se permite cambiar de tercio. Por ejemplo, José Luis Cuerda no puede ser un novelista: es director de cine. Como Azcona es un guionista, no puede ser novelista. Nos encanta encorsetar. Pero lo que yo valoro es el texto, no valoro al autor. No puede ser de otra forma”.
Para el estreno de Los europeos quise ponerme a la altura de estas extravagancias editoriales viajando yo también al ridículo. Llegué con tiempo a los alrededores del Cervantes, sin prisa, para dejarme ver. El ridículo no puede hacerse de cualquier manera, de un momento a otro; no hay instante para el ridículo, el ridículo pide una demora y hasta cierta morosidad: el ridículo reclama sus prolegómenos. Así, hice cola delante de la taquilla y cuando me tocó el turno de adquirir billete no pude. La persona que iba delante de mí pilló el último tique. Aquí todo el mundo es amable así que me pidieron que esperara al final de los finales por si quedaba algún pase de prensa sin ocupar, podría comprar esa butaca. Se acercaba la hora del inicio y cada vez llegaban más personas acreditadas sin entrada, la cosa empezaba a pintar mal así que le inventé al guardia de seguridad correspondiente la típica historia del que viene sin acreditación, una historia que el hombre sabría ya recitar hasta en arameo. “Claro”. Aquí todo el mundo es muy comprensivo. “Espere ahí”. Visto y oído lo oído y visto, parecía imposible acceder al Cervantes. Me tenían allí a la espera casi por lástima, por ver si caía del árbol como caen las manzanas. Recordé entonces el año 2001, año en el que viví en Málaga y estuve acreditado para el festival, oficialmente, gracias al festival de cine de mi pueblo. En aquel tiempo, a mi juventud tardía nada le impedía colarse en cualquier sitio en el que no me acreditaba la organización. Bien es cierto que me pillaron en la entrada de una fiesta, cuando me incrusté en el enjambre de la tropa que acompañaba a Cayetana Guillén Cuervo. Puse cara de uno más, pero debieron de ver en mí cara de uno menos porque fui el único del grupo al que impidieron la entrada. Fue ridículo, pero era de noche. De noche, todos los gatos, excepto los pardos, son ridículos. Aquí y ahora les hablo del ridículo a media mañana. No el ridículo de tratar de colarse en un teatro para ver el estreno de una peli en tiempos de virus, del ridículo de que te pillen como a un niño de comunión, en el patio de butacas.
-Pero ¿a dónde va usted, por favor?
-A ver la película.
-Venga, venga usted para acá.
Por suerte no hay calabozo en el teatro Cervantes. El señor guardia me llevó delante de otro guardia señor que parecía una escala más arriba en la jerarquía del orden de la casa. Fueron amables, dadas las circunstancias. Ni una sola ostia me dieron. “Salga usted de aquí, por favor”. Qué bochorno, valga la redundancia, en Málaga. Pero a la tragedia, como decía Azcona, solo hay que añadirle tiempo para convertirla en comedia y a la salida del teatro me encontré a mi editor, Julián Lacalle, el señor al que le preguntaba allí arriba sobre Azcona, en el inicio del reportaje, y a la titiritera Izaskun Fernández, quien en mayo de 2021 estará en Málaga, si el diablo quiere, con la preciosidad de su teatro de manos, de su teatro de objetos: con la pieza Conservando memoria. Así de largas se fían las fechas (más hoy en día), si es que se puede uno fiar. Antes de intentar colarme, le había preguntado a Jon Rivero, a quien conozco apenas hace unos días y un reportaje, si acaso disponía de otro pase, además del suyo. Nones. También a Luis Carceller, para quien escribo en esta revista. Misma respuesta. A ambos se lo puse fácil para que nieguen conocerme a partir de ahora. Y a ellos me encomendé, tras el pase de Los europeos, para hacer la crítica. Con sus juicios armaría el mío y dedicaría así la noche al mejor menester, en vez de acudir a las 22:00 h al pase para el público. No tenía ninguna gana de que me reconocieran en el Cervantes. Ahí va ese tonto. Atentos a un nuevo ridículo. Cuando les pregunté, a la hora de comer, ocurrió con ellos lo que nos sucede casi siempre a casi todos en el cine. A aquel de los dos que no se había creado expectativas, le gustó la película. A quien se las había creado, lo defraudó. La vida se vive mejor sin expectativas, y hasta sin esperanzas. “Sin esperanza, con convencimiento”, como quería Ángel González. Llegados a este punto, lo que uno querría es continuar la vía del maestro Óscar Peyrou, quien hace sus críticas cinematográficas sin ver las películas, atendiendo solo al cartel. Uno diría algo así: “Los europeos es una película cuyo guion ha escrito Rafael Azcona ya que el guion lo ha escrito Bernardo Sánchez, quien conoce la obra de Rafael Azcona mejor que el propio Rafael. La película la dirige Víctor García León, es decir, el director para el que Azcona habría escrito esta película de tener la edad que hoy tiene García León, igual que hizo antes, tantas veces (una docena) con el padre, José Luis García Sánchez. La selección de actores es infalible ya que Raúl Arévalo hace todas las películas del festival (es broma, Candela Peña hace todas las películas del festival) y Juan Diego Botto es de una solvencia que para mí la querría yo en la escritura. Ambos rayan a gran altura. Y, hablando de rayas, es quien protagonizó Historias del Kronen. Fuera de bromas, todo el elenco está fenomenal. La película es puro Azcona: los personajes comen, hablan, se aman, se equivocan y espero que hasta se pongan en ridículo…Termino.
El festival de Málaga obsequió a Rafael en 2006 con el Premio Ricardo Franco. El año en que cumplía ochenta era de algún modo el de su debut de cara al público. Azcona parecía un invento de la industria, se sospechaba que no existía y que en el cine se firmaban los guiones con el añadido de su nombre para darles empuje, empaque. En esos días emocionantes en los que tanto le costó vencer la timidez también aceptó el premio del festival de cine de su tierra, cuadrando así a las dos Andalucías, y a las dos Riojas. Desde que él lo recogiera en otoño de 2006, el galardón más importante del Festival Octubre Corto de Arnedo en La Rioja comenzó a denominarse Premio Rafael Azcona. En esos de nuevo emocionantes días de octubre nació entre los amigos que acompañaban al inolvidable escritor, al guionista logroñés un grito de guerra (un grito de paz) que entonaban a cada rato por las calles y seguimos entonando quienes admiramos su inteligencia, siempre que tenemos ocasión, alzando nuestras copas: ¡Viva Azcona!
Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies
ACEPTAR