Gabriel Noguera (Gotemburgo, 1978) es un escritor secreto, tercermundista y sentimental, o eso reza en la solapa de su última novela, «Fuera de trama» (Berenice), premio Andalucía Joven de Narrativa 2014. Tras una breve pero intensa negociación, acordamos esta entrevista virtual en la que debía esforzarme por mantener la espontaneidad sin que pareciera que estaba redactando las preguntas en un documento de Word. Fracasé, como no podía ser de otra manera. Menos mal que Noguera estuvo al quite para salvar los muebles (valga la retahíla de frases hechas), con su afilada ironía y su corrección extrema para elegir las palabras. Por ello, mejor que sea él quien explique mejor de qué va todo esto.
En primer lugar, me gustaría que me hablaras del origen de los tiempos. Según leo en tu biografía, naciste en Gotemburgo, Suecia. ¿Cómo fue eso?
Yo no tuve ni voz ni voto. La culpa fue de España, que no podía dar trabajo a sus habitantes, los cuales se veían obligados a emigrar al extranjero para ganarse la vida (como puede comprobarse, hemos mejorado mucho en este campo). Es por eso que mis padres estaban en Gotemburgo comiendo albóndigas de reno y otras delicias. El caso es que, como el dictador llevaba muerto ya tres años (había que asegurarse de que no era una trampa), pensaron que España se convertiría por fin en un país civilizado y decidieron volver. Craso error. Yo ahora podría ser un autor sueco, lo cual tiene más prestigio y, además, la academia del Nobel pilla más cerca.
Llevo leyéndote desde que escribías bajo el pseudónimo de Kafka en el foro de Meristation, allá por 2001. Aún recuerdo a otros miembros ilustres como Akashiko, Aioros, Risingson, Oletros… Incluso a pseudo trolls como blue_eyes. Si me estáis leyendo en este momento, que sepáis que os llevo en el corazón (me estoy secando las lágrimas). ¿Qué fue lo mejor de aquella época?
Lo mejor de aquella época es que éramos jóvenes e ingenuos. De hecho, yo era tan ingenuo que estaba convencido de que publicaría antes de los treinta. En fin, tantas horas perdidas discutiendo con desconocidos por internet. ¿Quizá es que había menos porno en la red? Me parece la única explicación lógica a aquel comportamiento.
A todo esto, ¿es verdad que había un foro VIP para aquellos que tenían miles de mensajes publicados?
Es verdad. Y celebrábamos fiestas con enanos que portaban sobre la cabeza bandejas llenas de cocaína. También aprovechábamos para adorar a Satanás, al que debíamos todo nuestro éxito.
Unos años después, ya en 2004, pusiste en marcha el blog de «Aventuras en el país de la psicopatía». Creo que la única rutina que aún mantengo desde aquel año, aparte de mis necesidades fisiológicas, es leer cada día tu blog. ¿Cómo lo haces para mantener esa “disciplina del yonqui” de la que algunas veces has hablado?
Una adicción es como un gato: no te da cariño ni nada mínimamente beneficioso, pero ahí estás tú como un imbécil dándole de comer. Y te sientes bien, hasta orgulloso. Ya está, he cumplido con mi parte, te dices. Y te sientas en el sofá. Lo del blog funciona así.
En tu blog mencionas constantemente a ciertas personas que pasaron por tu vida. ¿Alguna vez han hecho alguna objeción o te han pedido que retires algo?
La verdad es que no, pero ni siquiera creo que me lean, así que tiene sentido. Yo siempre he pasado de puntillas por las vidas de los demás, para no molestar.
Seguro que tienes grabado a fuego el día que ganaste el Málaga Crea. Para los que de algún modo te seguimos creemos que fue algo significativo. ¿Qué sentiste en aquel momento?
Fue una tarde de mayo, con fuerte viento de levante. Recuerdo que cuando el jurado dijo mi nombre tembló la tierra y se rasgó el velo del templo. Consummatum est, declaré al público allí presente, que me abucheaba. Fue muy bonito.
Hablemos ya de mi libro, que diría el mítico escritor. “Fuera de trama” es una novela en la que el absurdo está muy presente. ¿El surrealismo nos ayuda a entender el mundo?
Nos ayuda a defendernos de él, tal vez. Yo en el mundo me siento siempre como un pez fuera del agua, por eso me invento otros, mis cortijos particulares donde puedo controlar más o menos la acción. En mi caso, la literatura es una decisión cobarde para no enfrentarme a la realidad.
En la novela, Horacio Tramunt, el detective en busca de un personaje de ficción en paradero desconocido, se topa con Ezequiel Higuera, que guarda un sospechoso parecido contigo, no solo en el nombre. ¿Hasta qué punto este señor es un álter ego de ti mismo?
Es una versión bastante mejorada de mí. Digo esto teniendo muy presente que se trata de un patán con graves problemas de adaptación.
¿Cuáles son tus influencias a la hora de escribir?
Hablar de mis influencias sería ensuciar el buen nombre de escritores a los que admiro. Yo quisiera ser Boris Vian, pero no sé tocar la trompeta (bueno, ni ningún otro instrumento). También me gustaría ser John Fante, pero no vivo en California. O Leonard Cohen, pero no tengo una voz de oro. Tus ídolos sólo están para deprimirte.
Y por último, la pregunta temida por todo artista: ¿Qué proyecto te traes entre manos?
Sueño con una segunda novela. En una década o dos espero tenerla terminada. Pero antes sacaremos mi concubina y yo el libro de Obituario, publicado por la Fundación Málaga. Ahora, en mayo.
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