El SOS ya ha alcanzado ese respeto, ese trato especial que se adquiere cuando se alcanza la mayoría de edad, solo que este festival lo ha hecho diez años antes, es decir en su octava edición. Cuando hablamos del SOS 4.8 hablamos de un festival de música en toda su esencia: con una organización inmejorable, con unos espacios abiertos y cuidados, sin aglomeraciones y perfectamente adaptados y diferenciados (zona de comida, de descanso, escenarios correctamente separados por una distancia razonable, la suficiente como para que la música de uno y otro no se solapen y sin tener que hacer una peregrinación de millas para ir de uno a otro como ocurre en otros festivales vecinos del país – véase el Primavera Sound y las penurias que pasan los hipsters y sus cuidados outfits, más su característico frío, para no perderse un artista – y con un cartel que cada año se supera sin defraudar.
Es cierto que muchos de los conciertos no estuvieron a la altura de lo esperado, por ejemplo, Morrissey eligió una set-list demasiado tranquila para un auditorio tan grande y con tantas ganas de bailar algunos de sus éxitos con The Smiths (de los que solo nos regaló dos o tres canciones con cuentagotas), aunque, y a pesar de que a muchos les duela, sigue siendo el rey. Su afán de protagonismo y de aportar su sello personal, no solo a sus letras, a su forma de cantar sino a todo lo que hace, también siguen intactos, prueba de ello fue su explícita prohibición de vender carne durante su concierto, sí, todos habíamos leído sobre ello y esta vez lo hemos vivido en nuestras propias carnes (nunca mejor dicho). En esta foto se puede ver una muestra de la conversión que sufrió el clásico puesto de bocatas de panceta del SOS (tan ricos, por cierto), al que no le quedó más remedio que guardar la carnaza y rellenar las baguettes con ingredientes vegetales. Otros, recurrimos a las patatas fritas y el falafel.
Por otra parte, Gbenga Adelekan (el bajista de Metronomy) fue la gran ausencia del festival, aunque por una buena razón: fue padre ese mismo día. A pesar de que el público que esperaba ansioso este concierto de la noche del viernes no se tomó muy bien la noticia al principio, empezó a olvidarse de la decepción de encontrar a otro bajista cuando temazos como I’m Aquarius, Reservoir o Corinne sonaron en el escenario Estrella Levante, que estaba a rebosar. Joseph, Anna, Oscar y el bajista que sustituirá a Gbenga durante seis meses, según anunció el vocalista (aviso a sus seguidores), supieron contentar y hacer bailar igualmente a un público muy fan, que se quedó con las ganas de escuchar la tan aclamada Love Letters, que nunca llegó a sonar convirtiéndose en la segunda gran ausencia de la noche.
The National, ya la noche del sábado, ha sido otra de las grandes estrellas del SOS 2015. Su vocalista, el excéntrico y amado Matt Berninger se emborrachó por completo durante su concierto, no solo con el gin-tonic y la botella que le acompañaban en el escenario (a la que no paraba de agarrar) sino también de las miles de personas que estaban allí para ver su show, pues, como suele hacer, las últimas canciones de su concierto las cantó rodeado de sus fans, a los que contagió un poco de esa locura que le caracteriza cuando le agarraban del pelo, le besaban, le tocaban un codo y sus enormes gafas se empañaban. Matt Berninger llevó su intensidad hasta extremos insospechados (muy a pesar de los chicos de seguridad, que se echaron a temblar cuando el cantante agarró su micrófono y se perdió entre la masa de un público enloquecido). Un concierto digno de recordar, no solo por el número final, sino por la entrega absoluta de su cantante, que se deja la piel y la voz en cada una de sus canciones desgarradoras. Dont swallow the Cap, I Should Live in Salt, See of Love o I Need My Girl fueron algunas de las canciones que hicieron estremecer al SOS aquella noche.
A parte de los grandes nombres del cartel y aquellos otros fieles de este festival, que siempre aseguran unos bailes, como Dorian o Lori Meyers (que esta vez no subió al escenario a su Annie B. Sweet, que también tocaba aunque solo para los VIPs) hubo algunas otras sorpresas en esta edición del SOS. La peculiar voz del joven cantante de Years and Years nos hizo bailar muy bien, aunque no durante mucho, ya que su concierto se solapaba con otro de los grandes: Metronomy. Los franceses Étienne de Crécy hicieron lo propio, a pesar de que la gente había sudado mucho en el concierto de The National que les precedió, ya que su música es muy pero que muy recomendable. Por su puesto, no faltaron las dj sets, de las que destaco la potencia de los beats de Digitalism y 2manydjs que hicieron de perfectos maestros de ceremonia para cerrar un festival, que como manda la tradición, se despidió con un precioso vals casi ya viendo amanecer devolviendo a sus lugares de origen a esos festivaleros que, con muy buen sabor, volvían a casa cruzándose con las señoras de Murcia que, como en otras muchas partes del mundo, comenzaban a rezar el rosario por las calles de la ciudad.
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