A veces uno se obsesiona con un autor, compra todas las biografías escritas sobre él que halla en el mercado, lee todas sus obras publicadas y sus apócrifos, estudia la época que le tocó vivir, insiste a sus amigos para que lo lean, va a ver sus obras al teatro y, aunque ya haya muerto hace muchos años, de vez en cuando sueña que se toma una copa con él. Estas pulsiones se dan en muchos de los seres humanos que poblamos este planeta, sólo que otros prefieren actrices de Holywood, jugadores de fútbol, ciclistas o estadistas destacados. En mi caso fue un profesor de Literatura quien nos obligó a leer los cuentos que Oscar Wilde escribió y con los que el escritor deleitaba a sus dos hijos cuando eran pequeños. Recuerdo bien el volumen de aquella colección Z que contenía El príncipe feliz, El ruiseñor y la rosa y algunos más. Me acuerdo asimismo de la fascinación que sentí aquel invierno de 1962 y que me llevó a volver a leer los relatos una y otra vez hasta que casi me los aprendí de memoria. El poder de la literatura, el magnetismo puro de la letra impresa, el encanto de aquellas primeras lecturas, el desafío a la imaginación… todo ello estaba presente en aquel primer contacto. En ocasiones me acercaba a la bahía de la ciudad de provincias donde yo entonces vivía y allí sentado en el muelle ponía en marcha en mi imaginación las páginas que acababa de leer.
Los estudios universitarios de Filología Inglesa en Madrid me pusieron de nuevo en relación con el autor irlandés. Nuestro profesor de Literatura Inglesa era un miembro del Opus Dei poco dado a profundizar en una vida escandalosa que acabó chocando con la sociedad victoriana y cuyas consecuencias le llevaron a la cárcel donde pasó dos años de trabajos forzados que supusieron una muerte prematura para un escritor de su talla.
Tiempo después, ya ejerciendo de profesor de Inglés de Enseñanza Media en una ciudad andaluza pensé en editar algunos de aquellos cuentos para mis alumnos. Curiosamente son muchos los que han empezado a leer en inglés con la prosa de Oscar Wilde. La claridad de su escritura, tanto en sus cuentos como en sus relatos y obras de teatro, hacen que sea un autor muy recomendado para tal fin. Aún hoy, ya jubilado, me encuentro con alumnos que se acuerdan de mi pasión por el autor de El retrato de Dorian Gray.
El cine me ayudó también en la tarea de divulgar al escritor con aquella película, Wilde, que recogía su vida desde el tour que hizo por Estados Unidos hasta el momento en que se reencuentra con su amante Lord Alfred Douglas. Aquel film de 1997 fue la excusa perfecta para que los alumnos del IES ‘Vicente Espinel’ (Málaga) se interesaran por una existencia que tenía asimismo una cara oculta. La película está basada en la mejor biografía escrita hasta entonces por Richard Ellmann y protagonizada por grandes actores como Stephen Fry (Oscar), Jude Law (Bosie), Vanessa Redgrave (madre) y Michael Sheen (R. Ross). Al final los alumnos son víctimas de las obsesiones de sus profesores, aunque a uno le salva si lo que se intenta transmitir es literatura de primera calidad.
Las obsesiones, pues, le persiguen a uno a lo largo de la existencia, razón por la cual, pasado el tiempo, mi colega de trabajo Enrique Girón y yo le ofrecimos a la Editorial Confluencias de Almería la posibilidad de hacer una nueva traducción de los escritos carcelarios que incluían De Profundis, La balada de la cárcel de Reading y las cartas al Daily Chronicle. Este libro se publicó a primeros de mayo de 2014 con el título de En prisión, lo cual supone la culminación de un sueño largamente acariciado. Wilde es un autor que ha aguantado bien el paso del tiempo, sus obras de teatro se siguen representando, sus ensayos se siguen leyendo con atención y su novela se reedita sin cesar. Así pues Enrique y yo pensamos en dar una vuelta de tuerca más en nuestro amor por Wilde organizando un montaje teatral, Desde el abismo, en el que el propio Oscar reflexiona sobre su caída y su posterior encarcelamiento. Para ello nos basamos en nuestra traducción de De Profundis y en el estudio que realizamos en el apéndice del libro mencionado. Tras representar varias veces el montaje comprobamos que el público en general desconocía esa última parte de la vida del escritor en la que analiza el sufrimiento, el arte, la belleza, Dios, el desamor etc.
Este año precisamente se cumplen 160 años de su nacimiento y sigue más vivo que nunca en sus aforismos y frases ingeniosas tan citadas hasta hoy. No es casual que Churchill, al ser preguntado que quién sería su compañero ideal en una isla desierta, contestara, sin vacilar, que Oscar Wilde.
Puedes ver aquí las ilustraciones de Oscar Wilde En Prisión, realizadas por Cintia Gutiérrez.
Cintia Gutiérrez (Málaga, 1981) es artista plástica y la serie de ilustraciones especialmente creada para En prisión es su primer trabajo publicado en formato libro. Las 21 imágenes que acompañan a los tres textos de Oscar Wilde indagan en el alma del escritor que fue preso; lo hace con su propia narrativa, de modo que las ilustraciones ahondan en la soledad y el derrumbe de Wilde, en su dolor y en el abandono. No se ilustran pasajes concretos de De profundis, La balada de la cárcel de Reading o de Dos cartas al Daily Chronicle, sino que se interpreta el espíritu que las inspiraron.
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