Pasaron por el Festival de Málaga y ahora estrenan la película en cines (el viernes 1 de abril). Dejaron un reguero de humor grueso y trama trepidante, surrealismo viril y un aroma de truhanes. No en vano la película se llama Canallas y abarca tanto espacio que se juntan en pantalla uno de los actores más experimentados y eficaces del cine español, Luis Tosar, con el amateur debutante y caótico Joaquín González. Un colega de este último en la vida real y bien conocido por el público como actor, Daniel Guzmán, organiza el cotarro en su regreso a la dirección desde A cambio de nada (2015), que fue biznaga de oro en el Festival de Málaga de aquel año. Dirige y también actúa en este triángulo más canallazo que canallita.
¿De que va esto de Canallas? “Esta levemente inspirada en acontecimientos reales”, dice Luis Tosar sentado junto a Joaquín González en un hotel en Málaga después de estrenar la cinta durante el Festival y en un encuentro con varios medios de comunicación, SidesOut entre ellos. Y es que la película se basa en la vida de este último, amigo, dicho estaba, de Guzmán. González lo niega. ¿Hay que creerle? “Créete lo que quieras”, responde él desafiante.
Canallas es la historia de tres amigos: Joaquín, Brujo y Luismi. El primero esta plenamente convencido de ser un agresivo empresario y así va tirando, hasta que sus amigos le proponen una serie de planes a cada cual más estrambótico y nefasto. “Son personajes muy canallas, quizá no despreciables del todo, pero andan cerca”, dice Tosar. Alguna cosa de las que aparecen en la película sí que admite Joaquín, a regañadientes, que es cierta. Pero al parecer para reconocerlo y hablar de ello hace falta que hayan prescrito.
Daniel Guzmán y Joaquín González se conocieron con catorce años y pasado el tiempo el primero fue madurando la idea de contar su historia. Precisamente hace algunos años en el Festival de Málaga fue comentando a algunos amigos el plan, entre ellos, a Luis Tosar. “A mí me dijo que quería hacer una película con este de prota y muchos años después apareció con un guion”.
La película echa mano del género de pícaros, siempre agradecido por el espectador de comedia. ¿Por qué gusta tanto el pícaro como personaje? “Lo reconocemos, forma parte de nuestra idiosincrasia y es algo muy nuestro —tercia Tosar—. Estaba un poco olvidado. Últimamente las comedias tendían más a fórmulas un poco importadas que quizá no tienen tanto que ver con nuestra realidad. Esto es muy nuestro. Son personajes que están al cabo de la calle”. Y, además, hay que ver cómo está ahora esa calle. “Por desgracia, estamos volviendo a vivir tiempos de crisis, vuelve a haber colas del hambre, gente con su vida laboral muy precarizada y ahí, por fortuna, también surge la risa, la diversión y la picaresca”.
Tosar está acostumbrado a papeles oscuros, o al menos el espectador lo ve ahí encajado. “A mí me han ofrecido comedias bastantes veces; otra cosa es que me hagan gracia y normalmente lo que leo no suele hacerme mucha gracia. La comedia no la concibo como una sucesión de chistes”. Prefiere, por ejemplo, Canallas, “un drama donde una serie de personajes están acuciados por una serie de circunstancias y cada vez lo pasan peor; la comedia está ahí, cuando uno comprende a su personaje”. “Es muy cruel la comedia, pero funciona así”, dice Tosar, habituado a personajes de carácter tan difícil que hasta la publicidad lo ha explotado.
Joaquín González, Luis Tosar y Daniel Guzmán, durante el pasado Festival de Málaga.
La película se iba a llamar La gran mentira, pero un giro final le dio como título Canallas. “Era por la idea de que hay un personaje central, que es Joaquín, que no se sabe muy bien en qué anda, si lo que dice es verdad o es mentira. Cuando estás en medio de esta pandilla nunca sabes muy bien si están de coña o no. Ya no solo estos dos [Joaquín y Daniel], sino que cuando entran los otros personajes reales se convierte todo en un delirio”.
Y como alma de la película, Joaquín González dice no creerse aún que sus vivencias hayan sido el eje de este delirio filmado.
—Para mí fue complicado —explica—. Dani es mi amigo, un tío muy exigente, sabe lo que quiere siempre y yo al principio fui un cabra loca. Le he hecho llorar, le he visto fatal por mi culpa. Lo ha pasado muy mal.
Otra vez con la duda de si dice la verdad o la mentira, porque además mientras habla con el rostro serio, Tosar ríe.
—Lo ha pasado muy mal, pero también lo ha pasado muy bien –apunta el actor gallego.
—Bueno, al final es que el día que me levanto puede pasar una cosa u otra, o lo hago muy bien o lo hago muy mal –prosigue González.
—Es como un siroco, intentas hacer una secuencia, la haces cuarenta veces y de repente llega él y la hace de otra manera que no tiene absolutamente nada que ver. No es que sea un actor improvisando; es que se va a Cuenca, no tiene nada que ver una cosa con la otra. Pero claro, eso es lo mágico.
—Él se ha reído mucho –dice González señalando a su compañero de reparto.
—Me he reído en dos meses más que en cincuenta años –confirma Tosar–. Todo era una cosa muy absurda. Yo he relativizado mucho este oficio. Nos damos mucho más bombo que el que realmente merece. Y esta peli era justo lo contrario, era todo una mierda integral, todo el rato, todo salía como el culo, nunca salía bien a la primera, luego Dani se mosqueaba, se querían pegar entre ellos…
—[Daniel] me pegó dos veces.
¿Y en esta relación amor-odio qué predomina? “Hay más amor”, dice Joaquín con una extraña ternura que suena sincera probablemente a su pesar mientras Daniel Guzmán aparece tras otras labores de promoción y su suma a la charla. “Toda la vida que te he estado puteando me lo has devuelto tú ahora con creces —suelta para abrir boca el director mirando a su actor y amigo—. Es el karma. Yo he sufrido más con esta película que todo lo que me he reído”. Pese a todo, Guzmán sí que se ríe, por lo que se abona a la idea de seguir jugando con la realidad y la mentira, el buen rollo disfrazado de mala leche. “Vamos a seguir siendo amigos, pero fuera de la pantalla”.
¿Y estas buenas vibraciones? “Es solo para la promoción”. ¿Y si triunfa habrá secuela? “Déjate, que la secuela se te queda para toda la vida. La secuela ya la tengo y además mental”. De momento, está la película que llega ahora a los cines. “Pensábamos hacer una peli maravillosa, lo que pasa es que tuvimos que hacer la que pudimos”, añade Guzmán. Y así todo el rato.
Intentando ponerse más serio, sin conseguirlo del todo, reconoce sus intenciones: “No queríamos hacer una peli perfecta, siempre hemos huido de las pelis perfectas. Las sabemos hacer, pero no nos interesa. Luis ya hace muchas pelis perfectas, como para que le llames para hacer otra”.
Luis Tosar alaba a Guzmán como director y más con un reparto tan diverso: “Es obsesivo desde la construcción. Conoce los trucos del actor, él es actor, sabe de qué pie cojeas, por qué falla una escena y enseguida le da la vuelta. No es una cosa de cachondeo entra colegas”. Ser actor, agrega Guzmán, “es un oficio jodido y de alta tensión y hay que respetarles”. De modo que el rodaje funcionó y de ahí que se pudieran permitir las risas de las que todos hablan, que son las risas que solo permite el trabajo hecho con seriedad. “Aunque disfrutando siempre sale todo mucho mejor”, culmina el director.
Un momento de la película.
Crítica de la película: Canallas de viaje a la taquilla
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