Cinco lobitos y una loba
Una loba en el mejor de los sentidos es Alauda Ruiz de Azúa, la valiente, inteligente, sobria, serena, tierna, conmovedora, veraz escritora y directora de esta película. Y así es también su ópera prima, una cinta de las que deberían hacer industria en varios sentidos, incluido el literal, pues sería deseable, muy rico, que todas las familias que entraron juntas en las salas a ver Padre no hay más que uno, y su secuelas, regresaran juntas a ver Cinco lobitos. A verla y a disfrutarla, a disfrutarla y sufrirla, y a charlar después sobre ella. Cinco lobitos tiene todos los ingredientes para ser una película importante hoy y también una obra duradera. Una película que quizá inaugura una filmografía pues cuesta encontrar trabajos como este en nuestra tradición cinematográfica. De hecho, la propia autora cita a Yasujiro Ozu e Hirozaku Koreeda para explicar sus referentes allá en el Japón. Estamos ante una obra que indaga en nuestras vidas y en la que podemos vernos y nos verán las generaciones futuras.
Una loba, como su directora, es Susi Sánchez en el papel de madre y abuela, de suegra y esposa. Una loba Laia Costa, en su papel de madre e hija, de compañera; en un personaje muy complejo preñado de contrastes y sutilezas, como en cualquier vida humana. Y estupendos los actores (Ramón Barea y Mikel Bustamante) que apuntalan con sus personajes las vidas de ellas. Hombres perdidos, egoístas, superados, bobos, tiernos… exactamente igual que ellas. Ellas, ellos. Lobas, lobos. Ojalá este tipo de películas se vean lo que merecen ser vistas pues sirven para mejorarnos, para comprendernos mejor y para diluir las distancias que nos separan por generaciones y nos dividen en géneros. Una película que nos explica bien y nos hace mejores personas.
Susi Sanchez y Laia Costa, en una escena de la película.
