Chiqui Carabante es director de cine, de teatro y guionista malagueño, que vuelve a su ciudad natal a presentar en el Festival de Málaga Normal, un corto que pone en tela de juicio las reglas sociales que imponen el término. Actualmente vive en Madrid, tras pasar por Sevilla, Londres o Nueva York. A sus espaldas cuenta con dos películas: 12+1, una comedia metafísica y Carlos contra el mundo, y cuatro cortometrajes: Los días felices, Diminutos del calvario, Bailongas y Normal. Con él hemos charlado sobre la locura, las drogas, el cine y la situación actual de la política cultural en España. Aquí os dejamos un resumen de todo.
¿Qué has querido contar con el corto Normal?
Lo que se cuestiona es qué está dentro de la normalidad o qué es normal para una persona y qué es normal para otra, cuáles son las reglas sociales que imponen lo que es normal. El corto trata sobre cómo dos amigos intentan convencer a un tercero, de que no está bien ir sin camisa por la calle besando a la gente y en la que este último defiende que eso no tiene nada de anormal. Es una comedia, pero con su carga de profundidad.
Normal (2017)
¿Has tratado antes este tema en tu obra?
12+1 iba sobre Jesucristo predicándole a sus apóstoles, de gente que se sale de la línea. También tengo otro proyecto, que llevo años intentando financiar, que va sobre un personaje que está loco. Creo que todo esto viene de que he tenido contacto con la locura varias veces en mi vida. De hecho, el corto está basado en un amigo de cuando yo estudiaba en Londres que, nevando a bajo 0, nos lo encontramos en la calle sin camisa, hablando normal y cuando le dijimos que debería ponerse algo nos contestó que “el frío es psicológico” (evidentemente, se le había ido la olla). He unido varias anécdotas y creo que es un tema que sí que me interesa. Ahora tengo un proyecto de obra y se llama Litio porque hoy en día creo que se ha extendido mucho en el vocabulario de la gente términos psicológicos, creo que hay muchos males emocionales como la depresión, y vas al médico de cabecera y te receta antidepresivos. Creo que es algo que es sistémico, la cocaína es mucho más interesante para el sistema porque puedes seguir produciendo, el deprimido es un problema, se le da medicación antidepresiva… pero es real que hay menos neurosis y menos problemas mentales en las sociedades, que suponemos más atrasadas, como en Marruecos, donde hay menos neurosis porque la gente se escucha más los unos a los otros. A mí sí me preocupa, porque creo que la que está enferma, la que está de diván es nuestra sociedad.
¿Por qué crees que está así de enferma nuestra sociedad?
Creo que es un doble mensaje constante, por ejemplo, te multan por correr mucho con el coche, pero te venden coches que corren más que el límite de velocidad. Hay términos que me molestan ya mucho como “zona de confort”, acuñado en EE.UU. que es una extensión de los libros de autoayuda, vivimos en una sociedad en la que pides a alguien ayuda y te da un libro de autoayuda, cuando lo que se pide es “que te eches un café conmigo y me escuches”. Es una sociedad de la fachada, de la vida inventada, todo el mundo tiene una vida ideal en Facebook, en redes sociales, eso empieza a ser muy extraño, ¿no? Es una sociedad enferma y no sé por qué, a lo mejor es la debacle del capitalismo, estamos en el principio de un nuevo milenio… no sé por qué, pero que no estamos demasiado bien, eso es claro.
Normal (2017)
¿Por qué has elegido la fórmula del corto?
Por financiación. Por un lado, defiendo que los literatos pasan de la novela al cuento y no hay problema, no se cuestiona, por otro, es que me cuesta tanto financiar otra película. Pero si no hubiera tenido historia, no lo hubiera hecho. La historia surge de una improvisación de mi grupo de teatro Club Caníbal, porque yo escribo, pero el texto se crea entre todos y es a base de improvisaciones. De hecho, la hicimos en Microteatro Madrid y funcionó muy bien.
Has dicho que has tenido mucho contacto con la locura, ¿crees que hay personas que tienen un especial imán para ello?
En Radio Nikosia, una radio gestionada en Barcelona por locos, hay una chica que se llama la Princesa Inca que escribe maravillosamente y dijo una cosa que a mí me perturbó: “los locos se enamoran de las locas”. Yo tengo ese imán y me da un poco de miedo tenerlo. Yo he tenido personas muy cercanas que han padecido males mentales y lo que se te quita, por supuesto, es la pátina de romanticismo que tiene. Yo tengo un amigo que tiene un hermano esquizofrénico y yo hace años asociaba al artista a todo esto de la locura y me dijo: “No, el artista es el faro de la cordura en toda esta locura”. La locura es interesante, te dicen verdades como puños, pero también es sufrimiento, destrucción de familias etc. es un tema muy difícil. Después, son personas que llegan a un conocimiento personal que no tenemos las personas regulares. Es un tema difícil, que me atrae. Por ejemplo, los esquizofrénicos son mucho más sensibles a las emociones reprimidas y es algo que he intentado hacer en el corto, porque son más sensibles a la represión, es un don, un súper poder en esta sociedad tan hipócrita. Es un tema que si me interesa es porque aún no he logrado averiguar qué es, por eso me interesa. Pero creo que se está solucionando medicando a la gente, creando hoteles de zombies, con la castración química tampoco creo que se solucione. Aunque sea mucho más cómodo tener a alguien sin personalidad, pero no creo que esa sea la solución. Nadie es tan loco en una isla desierta, se está loco en relación con una sociedad.
Normal (2017)
¿Está todo el mundo entonces necesitado de la química de una manera u otra?
Yo creo que el ser humano se ha drogado siempre y que ha hecho cosas para alterar su conciencia. Por ejemplo, ahora está de moda en Silicon Valley las microdosis de LSD porque es muy creativo, que creo que está bien y que se pueden aprender cosas con las drogas, pero lo que creo es que con la cocaína puedes seguir produciendo, es una afirmación del “Yo” Y es perfecta para lo que hoy en día tenemos y, por ejemplo, la marihuana no es tan conveniente para el sistema porque relaja y no viene tan bien, porque hay que producir y producir y, además, estar muy seguro de ti mismo, cosa que no hay más horrorosa.
Teatro, cortometrajes, largometrajes, ¿en qué formato te encuentras más cómodo para contar historias?
Son procesos diferentes, me siento bien en todos, cuando hago cine echo de menos el teatro y viceversa. En teatro lo que es muy bonito es el proceso y el cine es más como una aventura, un acto delictivo, parece que vas a dar un golpe. Son dos sensaciones diferentes. El teatro también tiene mucha más entrega, una vez que lo montas y se encienden las luces son dueños los actores.
Las dificultades que existen actualmente en el panorama audiovisual actual son vistas por algunos creadores como virtudes para experimentar nuevas formas de hacer cine. ¿Cómo las ves tú?
Levantarse por la mañana es tener dificultades. La política de este país con la cultura es terrible. Se pueden hacer cosas sin financiación y también he recibido una subvención para hacer este corto. Sí, las dificultades te agilizan la imaginación, pero yo creo que el cine es industria y habría que apoyarlo. Las ayudas aquí son terribles. Concretamente, hay un partido político que ha apoyado que las ayudas públicas para poder hacer una película estén asociadas a cadenas de televisión. Se está matando un cine que no es el cine industrial, se está matando una mirada personal. Lorca decía que “cuanto más catetos, más universales”, nos estamos convirtiendo en el Taiwán del electrodoméstico, estamos haciendo películas americanas y nos sentimos muy orgullosos, sin embargo, el tipo más internacional sigue siendo Almodóvar, que habla de lo nuestro desde su punto de vista. En Francia, por ejemplo, las ayudas públicas funcionan de otra manera, la Administración está cerca de la gente que está haciendo cine o teatro para ir creando un tejido industrial. Sin embargo, aquí el cine se ha politizado, hay una parte del país que nos quiere machacar porque parece que somos los únicos que tenemos subvenciones, no hay protección de pantallas (que exista un tanto por ciento de películas en español), el cine español es muy difícil verlo, etc. El cine coreano, por ejemplo, tiene un nivel increíble, es una potencia internacional, pero eso ha sido una política de 10 años del Gobierno apoyando el cine. Creo que en España es nefasta la política. Mientras pienses que tu gente es tu enemigo, muy mal vamos a ir. Hay mucha gente buena que se ha tenido que ir de España. También creo que se ha abaratado la cultura en este país desde la llegada de Las Mamá Chicho en Telecinco. Yo me formé en Sevilla y el teatro era floreciente, viví un momento cultural muy potente y creo que todo eso se ha reducido. Y ahora se está apoyando lo comercial, lo facilón, que me parece muy bien que exista Ocho apellidos vascos, debe existir, es una cuota de pantalla, pero no solo eso, tiene que haber otras muchas cosas y un apoyo porque hace crecer a un país. Pero interesa que seamos tontos, que la gente sea cada vez más inculta, que los licenciados en los que se ha invertido tanto dinero se vayan de este país, etc. Es muy triste.
Has hablado de gente que se ha tenido que ir fuera de España, ¿tú también te tuviste que ir de Málaga para poder hacer cosas?
Yo sí, me fui a Sevilla y tuve mucha suerte porque he estado en el Instituto de Teatro de Sevilla, que lo habían formado una compañía que se llamaba “Esperpento”, y tuve la suerte de que el profesor que me daba clase por la mañana, por la tarde iba y lo veía en un teatro y para mí eso era maravilloso. Ahí formé mi compañía de teatro, empecé a hacer cortos y de ahí me fui a Londres y luego Nueva York, donde estuve estudiando cine y luego becado con una coreógrafa de una compañía de teatro, pero todo fue gracias a las conexiones de Sevilla, a la amplitud de miras, a que estaban haciendo teatro realmente, estaban en la profesión, había contactos.
TOP5 Una película: Frank de Lenny Abrahamson Una canción: Gimme Danger de The Stooges Un libro: Matadero 5 de Kurt Vonnegut Un lugar: Cerca de Eva Un sueño: Seguir produciendo con la gente que quiero
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