El arte político sigue en boga. Hay quien dice, ente ellos el director del Museo Reina Sofía, Manuel Borja-Villel, que todo el arte lo es, tanto el que hace mención explícita como el que no. Si se llega al punto de afirmar que todo lo personal es político, entonces la polémica estaría cerrada. Pero lo cierto es que la proclama política sigue en uno de los ejes del arte contemporáneo, como ha quedado patente en la nueva edición de la feria Arco, que ha cerrado este domingo sus puertas.
Galería de imágenes con obras expuestas en Arco 2020.
Las galerías de Arco 2020, que acaba de cerrar sus puertas, han reflejado todo tipo de pulsiones del mundo actual y han mostrado un arte menos centrado en la búsqueda de nuevas formas de expresión derivadas de las nuevas tecnologías y más en lanzar un mensaje a veces directo y en ocasiones de soslayo. En Arco 2020 es posible leer un eslogan como El capital te culea mientras grupos de adinerados coleccionistas recorren la feria, pero también observar los cambios que se han producido en la sociedad en los últimos años. Así, mientras que en las galerías que cuentan con obras de los artistas más reputados del siglo XX se observa que la mayoría de los nombres pertenecen a hombres, en el resto la tendencia es la contraria, lo que además se refleja en compras como las anunciadas por el Museo Reina Sofia, entre las que se encuentra trabajos como Sin título de Cabello/Carceller, o la Fundación Arco.
Además, la presencia de galerías latinoamericanas ha dejado una impronta más reivindicativa, con reflejos de la realidad cubana o de las protestas chilenas donde el arte trata de masticar y proyectar acontecimientos oscuros o esperanzadores de una realidad política compleja y violenta.
Así al ya citado El capital te culea, de la mexicana Teresa Margolles, le dan continuidad otras aproximaciones a esa realidad directamente por artistas que proceden de ese ámbito. Fernando Prats lo refleja de modo contundente con su obra Primera Línea, donde dos banderas chilenas con pintadas entre las que destaca el ya famoso El violador eres tú escoltan a un vídeo con las recientes protestas en el país.
El arte cubano ha tenido una amplia presencia, siendo la obra de Félix González-Torres, que falleció de sida en Miami en 1996, y su enigmático Es solo cuestión de tiempo protagonista de la feria. Hay otras muestras, como la serie de puzles y los neones de mensaje contundente de Carlos Garaicoa, o las muestras del proyecto Detrás del muro.
Mientras, el vecino rico del norte ha tenido escasa presencia en Arco y en ocasiones muestra su potencial con galerías como Edward Tyler Nahem, que supone un repaso por los grandes de la historia del arte del siglo XX con Pablo Picasso y su Retrato de Jacqueline a la cabeza. Pero de Estados Unidos han llegado otras propuestas dando voz colectivos como el afroamericano con obras de Lina Irish Viktor (Materia Prima III) y otros en la galería Mariane Ibrahim de Chicago.
En los pasillos de Arco se han recogido gritos como el neonizado Antonio Gramsci Ritorna!, de Alfredo Jaar, o una crítica la censura antifeminista en Everybody can be Pussy Riot, de Marinella Senatore. Y este año también ha tenido su polémica, aunque ha sido más un fallido intento de lograrla que otra cosa, con la obra de título sarcástico Franco no fue tan malo como dicen, del finlandés Riiko Sakkinen, una de las escasas referencias concretas a la historia española, entre las que habría que citar también Rey del Sueño, de Pedro G. Romero, en alusión a Juan Carlos I. Esta pequeña polémica ha permitido no obstante a la obra de Sakkinen, perfectamente colocada, convertirse en una de las grandes fotografiadas de la feria, junto al colorista caleidoscopio de Olafur Eliasson, o a la serie Zodiac del superstar Ai Weiwei.
Y si de pasillos se habla, uno de los más interesantes de la feria ha sido el dedicado a las galerías emergentes. Ahí se han visto, entre otras, las obras de la instalación de impermeables de Yonamine en la galería Jahmek, de Luanda; Soufiane Ababri y Apolonia Sokol, en la galería The Pill, de Estambul; Fernando Cruz, en Balcony de Lisboa; o el diván con historia de Mahmoud Khaled, de la galería Gypsum de El Cairo.
Y entre tanto arte emergente y emergencia política no está de más toparse con obras en este entorno ya clásicas cargadas de simbolismo lírico, como una de las flores de Robert Mappelthorpe o el retrato con calavera de Marina Abramovic. O tampoco dejar atrás la espiritualidad de la extraña mujer tendida en la fotografía bordada de Juana Gómez en la obra Symbiotic Mutualism.
Oedipux Rex. Michel Journiac.
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