Con una entrada al estilo del más puro combate de boxeo, salían al ring que les esperaba en el centro del WiZink Center (antiguo Palacio de los Deportes de Madrid) los pesos pesados que componen Arcade Fire. Tras la apoteósica fiesta, con cabezones incluidos, que montaron durante su gira Reflektor, las expectativas eran muy altas y la banda canadiense no ha defraudado a sus seguidores. Esta vez han colocado el escenario en el centro, convirtiendo el show, de más de dos horas, en un auténtico combate de boxeo, en el que miembros del grupo corrían de un lado al otro del cuadrilátero entre tema y tema para recolocarse y ser justos dándole la posibilidad a cada uno de los miembros del público, repartidos en sus cuatro lados, de disfrutar de la cara extenuante del líder del grupo, Win Butler, que se dejó la piel literalmente en la noche de este martes.
Éxito tras éxito, sin dejar parar al público un minuto, Arcade Fire hizo un recorrido a su discografía, recreándose, por supuesto, en su último disco, el más político y electrónico, que promocionan durante la gira: Everything Now (2017), título que podía leerse en grandes rótulos que aparecían en las pantallas colocadas encima del improvisado ring.
Tras su expectante presentación, los chicos canadienses recorrieron el trayecto que les separaba del escenario en un verdadero baño de multitudes, haciéndose paso entre un público ansioso, que ya antes de empezar hacía los coros de su pegadizo Wake Up.
Rompieron, por supuesto, con Everything Now, seguida de su triunfal Rebellion, para seguir con los ya himnos Here Comes the Night Time y No Cars Go, cuando salía literalmente fuego del escenario. Luego dedicaron un bloque a la presentación de pegadizos temas de su nuevo disco como Electric Blue o la fantástica Put Your Money on Me. Hubo tiempo también para canciones más tranquilas como Neon Bible o My Body Is a Cage. Los nostálgicos que querían recordar aquellos inicios del indie también tuvieron su momento de gloria con clásicos que ya forman parte del imaginario colectivo de quienes allá por 2010 frecuentaban bares con hambre de sonidos diferentes como The Suburbs o Ready to Start.
El público estaba sediento de más baile y, aunque ya llevaban más de hora y media saltando y cantado sobre el escenario, de repente Arcade Fire convirtió el Palacio en una pista de baile, con bola incluida, Régine Chassagne se enfundó en un vestido de lentejuelas y joyas como Reflektor y Afterlife empezaron a sonar entre un público que ya estaba entregado a la euforia desde la primera nota.
Pero esto no es todo, hubo bises y varios. Una vez que el ring se quedó a oscuras, de entre el público surgió Win Butler con su guitarra para tocar una bonita We Don’t Deserve Love para, una vez de nuevo en el escenario, cerrar el concierto con la esperada Wake up, a la que se unió una enérgica banda con trompetas y trombones incluidos, que se llevaron al grupo a duras penas, mientras el Palacio de los Deportes, a rebosar, coreaba su aclamado estribillo monosilábico Sin embargo, aquí no acabó la cosa y la fiesta, para sorpresa de todos (incluidos los miembros de seguridad) continuó en la calle, donde una improvisada charanga que llevaba a la cabeza a los miembros de la banda recorrió la calle Goya, alrededor del Palacio. Y esto es lo que hace únicos a esta banda: su espontaneidad, su forma enérgica de vivir la música, su buenrollismo contagioso, el alma que le ponen a cada uno de sus temas y su capacidad de hacer de la música un arte para disfrutar.
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