Ainhoa Rodríguez (Madrid, 1982) ha sido una de las grandes sorpresas del panorama cinematográfico español. Su ópera prima Destello bravío ha participado en la sección oficial a concurso de la 24 edición del Festival de Cine de Málaga donde ha conseguido el Premio Especial del Jurado y la Biznaga al mejor montaje. Su arriesgada cinta, en la que se mezclan la ficción, el documental y el realismo mágico ya ha pasado previamente por el festival de Rotterdam, donde ha ganado el premio a mejor dirección en el certamen de Vilnius | Kino Pavasaris (Lituania) y forma parte de la selección del 50º aniversario del New Directors New Films, organizado por el MoMA y el Film at Lincoln Center, en Nueva York. A principios de junio este trabajo ha sido el encargado de inaugurar el Filmfest de Madrid y, desde el 18 de junio, ya se puede ver en cines.
Algunos críticos han calificado su película como “la gran revolución del cine español tras la pandemia”. El feminismo, la sexualidad, la España vaciada, las tradiciones heredadas, la soledad y la infancia perdida se tratan en esta pieza experimental que destila una nueva forma de hacer cine.
Una cinta en la que las vivencias personales de diferentes mujeres conviven con la alegoría y una atmósfera onírica desdibujando los límites entre la ficción y el documental. Rodada en Tierra de Barros, concretamente en Puebla de la Reina, un pueblo de la comarca extremeña, donde la artista se instaló durante nueve meses y llevó a cabo un taller de cine con los habitantes del lugar que dio como resultado esta provocadora cinta.
Fotograma «Destello bravío»
¿Cómo ha sido tu paso por el Festival de Málaga y que te hayan elegido para participar en la sección oficial donde no suelen tener cabida películas tan experimentales?
Desde mi paso por Rotterdam, donde inauguré la sección oficial, hemos sentido el calorcito tanto de la industria española como de los festivales de España. Me llamaron de Málaga, algo novedoso en la sección oficial, pero si queremos que el cine nos transforme y viaje con mayor libertad fuera de lo sistemático también era una forma. Es decir, el público es público en cualquier sitio y es una maravilla. La verdad es que la experiencia ha sido muy buena y, desde luego, también el calor, tanto del público como de la prensa. Porque tengo que hacer mención a la prensa, que nos han escrito auténticas obras lorquianas, más allá de la película. Todo el equipo estamos muy entusiasmado por el recibimiento, el cariño y la pasión. Al final entiendo que la película ha gustado a quien ha escrito con esa pasión. Ha sido muy buena la experiencia en Málaga.
Destello bravío pasó por Rotterdam, ganó en Lituania y fue elegida por el MoMa por el 50 aniversario como referente del cine de autor. ¿Crees que en España se tarda en reconocer el talento propio? ¿Se tiene que reconocer primero fuera para que luego se valore aquí?
Sí, es verdad que se tarda un poco. Pero a raíz de lo que ha pasado en Rotterdam, la cosa cambió. Quizás no me debo quejar porque la prensa nacional la recogió con bastante entusiasmo ya en Rotterdam. Es verdad que luego en Málaga tuvo una mayor presencia mediática en España. En mi caso, mal no se han portado, por lo menos en cuestión de atención mediática. Pero, por ejemplo, te puedo hablar de Extremadura, donde han tardado todas las instituciones en darse cuenta de lo que también supone esta película como embajadora del cine extremeño, salvo las diputaciones que sí lo han hecho. No se es profeta en su tierra muchas veces. Pero por parte de la gente sí ha tenido ese reconocimiento la película, creo que la falta de atención más bien ha sido por parte de los organismos, que están bastante despistados.
Destello bravío es una película de sensaciones, tiene un poder brutal de conmover al espectador, ¿cómo se consigue eso? ¿qué elementos o herramientas te permitieron llegar ahí? ¿era ese tu propósito inicial?
Los autores que tenemos ese código con el espectador y las autoras debemos hacer evolucionar el lenguaje fílmico, no quedarnos atascadas en los mismos relatos, en lo canónico, mi interés era volar libre. Creo que ser autora ya per se es una transgresión en un relato mayoritariamente contado por hombres. La mirada de una mujer, por desgracia y siendo paradójico, ya es una transgresión, todo lo demás era una experiencia que quería vivir yo desde la creación libre, de manera emocional e intuitivamente y, al mismo tiempo, hacer también que lo transite el propio espectador, que el público también participe de la obra y del relato como una experiencia. Creo que los grandes hallazgos y placeres son los que se consiguen con un poquito de esfuerzo, más allá de ese cine en el que ya está todo masticado, donde te repiten las cosas 25 veces, como si el espectador fuera idiota. Yo creo que al espectador, para devolverle a las salas, hay que hacerle vivir una experiencia única.
¿Qué te llevó a hacer esta película? ¿Era una inquietud que tenías de hace tiempo o hubo algo que te hizo ir ahí?
Soy extremeña y toda mi familia paterna proviene de Tierra de Barros y yo tenía una emoción absoluta por trabajar con no actrices y no actores con los que ya había trabajado previamente y, además, quería que fueran de mi tierra por esa cosa misteriosa de las raíces y las búsquedas de las mismas que tenemos las autoras. Yo me dedico a la docencia fílmica, al lenguaje audiovisual, trabajo con diferentes grupos en riesgo de exclusión y también en un proyecto con mujeres rurales. Busqué un pueblo que, de alguna manera, me pudiera hacer con él, que fuera pequeño. Además, que este me fascinó por diferentes aspectos. Me fui a vivir allí durante un año porque me quería empapar de todas sus cotidianidades, de todos sus relatos y así lo hice. Empecé haciendo una serie de talleres con un grupo de mujeres que se llamaba “Cine y mujeres y miradas no normativas”, donde analizábamos el lenguaje fílmico con un punto de vista no normativo, con perspectiva de género y así surgió el grupo de mujeres que protagonizan gran parte de la película. Fue una experiencia increíble, muy dura, pero increíble.
¿Por qué elegiste concretamente Puebla de la Reina?
Porque era un pueblo pequeñito y era ideal para hacerme con él, como si tuviera ahí mi propio Cinecittà. En Tierra de Barros, que es la tierra de mi familia, se dieron varias cosas también, un sentimiento que tuve allí y todo confluyó para que ese fuera el pueblo elegido.
¿Los testimonios de la película son reales?
Beben absolutamente de los personajes, muchos de ellos, muchos míos. Lo más importante era adaptar el traje a las circunstancias. Hacer un traje a medida.
Fotograma «Destello bravío»
¿Cuáles son tus referentes para hacer esta película?
Evidentemente soy cinéfila, he devorado el cine y, obviamente, lo he digerido y he aprendido cine viendo cine y haciéndolo, pero realmente no había ninguna referencia en esta película, ninguna fílmica. La gran referencia era lo que tenía delante que ya era tan apabullante y me dejé mucho relato en el camino porque la realidad se imponía delante de nuestras narices, pero es verdad que yo para entenderme con el equipo técnico les bombardeé a imágenes de todo tipo, desde cuadros contemporáneos, antiguos, fotógrafos de todas las épocas, cosas que veía en publicidad o en redes sociales porque yo necesito entenderme en forma, contenido y color, soy muy obsesiva de los detalles.
En tu película tratas el feminismo, la España vaciada, la soledad… ¿son temas que te preocupan y que consideras que necesitan ser tratados?
Lo de la España vaciada lo tuve delante cuando llegué allí y no podía mirar para otro lado, evidentemente. Es un pueblo que habla continuamente de “esto no es lo que era”. Y eso tenía que recogerlo, el pueblo que está menguando, los jóvenes que se están yendo, las tradiciones que se están agotando, que en algunos casos pueden ser rancias, pero de alguna manera constituyen esta cosa de la identidad. La mirada feminista es que, en la medida de mis posibilidades, soy una autora feminista porque soy una mujer feminista.
¿Cuál crees que es la función del cine y de las artes en general?
Es el alimento del alma, además tiene mucho que ver con lo identitario. El ser humano la necesita. Está muy enlazado con mi película, que habla de un pueblo que se aferra a su alma, a su cultura, a su tradición, ante la llegada del mundo globalizado y la pérdida de ese alma. La cultura es lo que nos construye, de alguna manera, lo espiritual, el alma que nos teje como sociedad. Lo que tenemos en común son los relatos, nos construimos en base a ellos. Las artes son esenciales en el ser humano y siempre lo han sido, siempre ha conformado la historia, la fabulación.
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